El presente panorama audiovisual (y I)

Cuando uno es padre, aparte de comer dos huevos, se ve obligado a algunas servidumbres en forma de cambiar pañales, no dormir por las noches, no tener autonomía para alejarte de casa (recuerdo a Pitxi cuando nos advertía, no sin razón, que le habían puesto una tobillera que explotaría si se alejaba a más de 1.500 metros de su casa).

Una de las principales servidumbres es no poder desconectar de tus vástagos más que unas pocas horas seguidas. Al principio, al comer cada 3 horas, y teniendo en cuenta que cada toma se podía prolongar más de una hora, el período de posible desconexión (para dormir, salir a abastecerse al exterior o ver una serie de TV) era terriblemente exiguo. A los pocos meses, el padre de la criatura comienza a ver la luz al final del túnel, y llega a tener tiempo para tomar unas pintas en algún bar cercano y ver series de 24 minutos. Más adelante puede desplazarse a bares más lejanos y ver series de 44 minutos, para terminar viendo películas. Aunque tal y como está el cine, tampoco es que este sujeto hipotético se esté perdiendo nada...

El cine es así. Si el hecho histórico es que en un desfile Julio César llegó a pasear una jirafa por las calles de Roma, el cine americano te lo mostrarán con carísimos efectos especiales. El cine europeo, por ejemplo el británico o el francés, te presentará un diálogo de dos romanos bromeando mientras hacen referencia al desfile en el que Julio César pretende que desfile un quimérico animal de largo cuello junto a las legiones vencedoras y los caudillos enemigos apresados. En el caso del cine español, el director, dos de sus amantes, los protagonistas y gran parte del equipo de producción viajan a Kenia durante 2 meses para ver jirafas y estudiar su inclusión en la película. Finalmente regresan a Madrid con diversas enfermedades venéreas y terminan rodando una escena en el Zoo, en la que se ve de fondo al oso panda Chulín rascándose la barriga y comiendo bambú entre figurantes disfrazados de romanos.