La defenestración


Hace centenares de años, en mi rincón ancestral centroeuropeo, en lo que hoy es la capital de la República Checa, unos individuos tuvieron a bien tirar por la ventana del castillo a unos altos cargos, en lo que significó la segunda defenestración de Praga, singular palabra que significa arrojar a alguien por la ventana, del latín "de" (de, desde), y "fenestra" (ventana). En la actualidad también ha pasado a significar la destitución o expulsión drásticamente de alguien de su cargo o puesto.

Hoy, muchos años después, yo mismo he sido defenestrado. Si bien mi jefa ha tenido la bondad de no arrojarme por la ventana (ventajas de trabajar en un edificio donde los arquitectos han abolido estos restos arcaicos), ha pensado que sería mejor que dejara de ejercer el pequeño cargo -carguito- que he venido ostentando (algún mal pensado podría decir detentando) durante los dos últimos años. Así he venido a acompañar a Pepe Mel, que también ha sido arrojado de su cargo de entrenador del Rayo en las últimas horas.


Ahora me encuentro en la penosa situación del trabajador que sigue cobrando lo mismo, pero al que apartan de la responsabilidad más alta. ¿Cómo se sentiría –se sentirá- Raúl, el día en que le digan que puede seguir cobrando sus millones, pero que en lugar de saltar a jugar los domingos al terreno de juego es mejor que se ocupe de cargar con las toallas? ¿Llegará el día en que cuando digamos Raúl no pensemos en Raúl González Blanco, el 7 del Real Madrid?


Che cosa resterà di me
del transito terrestre

di tutte le impressioni
che ho avuto in questa vita?