ueves 22 de enero de 2009
EL hombre que mató a Durruti y a Ascaso
Mi penúltimo post “Los rojos no comían cordero” inspirado en ese slogan de posguerra con que lo iniciaba, “Los rojos no usaban sombrero”, ha provocado en el gran Otoski un par de comentarios, que guiados por esa cereza del sombrero le han llevado a “recordar una novela corta "El hombre que mató a Durruti" de Pedro de Paz, dónde un comandante republicano recibe el encargo de investigar y aclarar la muerte del llorado anarquista leonés. En algún momento de la obra, el comandante es perseguido por un hombre con "gabardina y sombrero", algo muy poco usual en el céntrico Madrid bombardeado de principios del 37, dónde se desarrolla la trama”.
Tienes razón, cito la novela:
“Fernández Durán reparó en un hombre alto, vestido con gabardina de color oscuro y sombrero que caminaba detrás de él a una distancia prudencial (¡! –la admiración por el adjetivo es mía-). Aquel hombre había estado en la puerta de la checa cuando él salió y ahora parecía seguirle en su recorrido. Se había fijado en él al salir por el detalle del sombrero”. ¿Sólo por el sombrero! Me da que el autor hubiera vestido a tan extravagante espía con la misma vestimenta, así lloviera o cayeran 40 grados madrileños de una tarde de agosto en la Gran Vía. Me da que ese espía –de cine negro, como dice Otoski- no se quitaba el sombrero, la corbata y la gabardina que luce en la portada ni para dormir. Además, esperando discretamente en la puerta de la checa, se imaginan el tiempo récord que debería haber transcurrido para terminar dentro. Esos temores, al menos, hubiesen sido más que fundados. Una lectura atenta de Días de llamas, una de las mejores novelas para entender el Madrid revolucionario de la guerra, de Juan Iturralde nos sumerge mejor en este otro tipo de zozobras. No es de extrañar que la escena se solucione con ese Humphrey Bogart caído al cielo limpio de Madrid “echando a correr calle abajo”. Si es un mandado para presionar al comandante no se comprenden bien los medios elegidos para hacerle desistir de la investigación sobre el final de Durruti. De hecho, salvo el pretendido efecto novelesco nada consigue. Por cierto, que un poco más adelante, conocemos al amo del sabueso: “vestía un atuendo de aspecto elegante y refinado que en nada resultaba artificial, puesto que lo portaba con total naturalidad (elemental, Watson, es de noche porque no es de día -/B.) y llevaba un fino bigote que le daba un aspecto distinguido”. ¿No sería, además un fascista indisimulado de la quinta columna?
El desenlace es aún más novelesco, digno del Baroja del Escuadrón del Brigante que en el mismo post aludido al inicio comentaba con Diego del ídem (Casa Brigante) de Lerma. Pero, a mi modo de ver, con algunas licencias insostenibles en el plano histórico:
En el último capítulo nos topamos 25 años después con el comandante republicano reintegrado en la policía franquista, ahora como el comisario Lobato. Lo explica de esta guisa el novelista:
“Después de no pocas dificultades y con la ayuda de algunos de los pocos amigos que le quedaban, consiguió crearse una nueva identidad y vencer los recelos del nuevo régimen para ingresar de nuevo en el cuerpo de policía”.
Un comandante republicano a quien el ministro le manifestó personalmente haber sido elegido para la investigación del caso Durruti por su “probada confianza y por sus méritos como policía antes de la guerra” continúa en el cuerpo – ¡nada menos que el encargado de la represión!-, vencidos “los recelos de nuevo régimen”. ¡Hostias, don Pedro de Paz!, ¡Usted fuma más que Baroja! Joder, y qué amigos, pocos, pero para que más, ni el mismo Paquito en persona. ¡Pero mi ahrma!, con un pasado profesional tan significado y en puestos de máxima confianza política como acabamos de ver, no sólo le depuran: garrote y prensa. Y por favor, más churros….
Entremos, ya, de lleno, en el fondo del affaire Durruti. Tan enigmático como desde el primer día. Otoski comentaba:”Creo que señalar al sargento Manzana como posible portador del naranjero del que salió la bala que atravesó al anarquista leonés (con dos hermanos falangistas por cierto, uno muerto en el frente y otro fusilado por sus compañeros al no fiarse de él y creerle un espía infiltrado de los anarquistas), ya lo hizo hace tiempo entre otros en sus excelentes memorias Juan García Oliver, el que fuera ministro de Justicia del gobierno de Largo Caballero. Otra cosa es especular con una sola pregunta retórica que se hace el autor, si fue un accidente o fue intencionado. La pregunta es más o menos ésta: ¿Por qué se habría reconvertido en anarquista un militar sublevado en Barcelona a sus 34 años?Podría contestarle cualquiera que aunque fuera hombre de confianza de Durruti no tenía por qué ser anarquista, como ya pasó con el cura secretario personal que como puede apreciarse también en sus memorias, nunca fue anarquista pero si "durrutista" hasta la muerte. Y que en ambos casos tal vez salvaron la vida por la intervención personal y directa de Durruti, de ahí su "inquebrantable" lealtad.”
Puesto que hasta la fecha todas las versiones que nos han llegado son contradictorias, cualquier toma de postura es más voluntarista que otra cosa.
Aunque de nuevo el ansia fabuladora del novelista va mucho más lejos: el sargento Manzana, según nos descubre en ese asombroso final, ya se había cargado en los primeros combates a Ascaso, el amigo inseparable de Buenaventura. Ambos la flor y nata del anarquismo español.
Según el novelista, Manzana estaba dentro del cuartel de Atarazanas en Barcelona repeliendo el ataque de los milicianos. Como resulta que era “Maestro Tirador”, como resulta también que Ascaso murió de un “certero disparo entre ceja y ceja”, ergo, quien podría haber sido sino Manzana. ¡Joder, y los guionistas de Hollywood en huelga!
En cambio es sabido que los contactos entre los sargentos Manzana y Gordo del parque de Artillería y los comités libertarios eran continuos. Otro tanto se daba con varios oficiales de la base aérea militar del Prat. Ítem plus: el 19 de julio hacia las 9 de la mañana García Oliver, Ascaso y Durruti se encontraban el plaza Arco del Teatro junto con los sargentos Gordo y Manzana, “que habían fracasado en su intento de apoderarse de Atarazanas, y, teniendo que huir por la puerta que daba a la calle de Montserrat, afortunadamente salieron llevándose unas cajas de municiones de fusil y cintas para ametralladoras”. Esta información la da Pablo Ruiz, uno de los creadores en noviembre de la Agrupación “Los Amigos de Durruti”. Allí se convino que Manzana y Gordo, apoyados por un grupo de militantes del Sindicato de Transporte se emplazaran en la terraza de una casa donde se hallaba el restaurante “casa Juan” para desde allí atacar a Dependencias Militares. El 20 de julio sobre las 13 horas cayó Francisco Ascaso. Ese día continuaba el fuego cruzado de Atarazanas y Dependencias Militares. Desde una de las garitas de aquel cuartel fue disparado varias veces sin alcanzarle. “Ascaso se detuvo un instante para descargar la pistola contra el tirador de la garita, muy próximo a él; pero en el momento de ganar, con otro salto, el camión, recibió una bala en plena frente”. Momentos después, en Atarazanas se levantaba bandera blanca. Se había ganado Barcelona y perdido a uno de sus mayores valedores. (Testimonios de José Mira, Pablo Ruiz y Liberto Ros, recogidos por Abel Paz, Durruti en la Revolución española).
Diego Peña desmintiendo la emboscada de Hontoria del Pinar de Baroja y otro Diego, Diego Camacho, alias Abel Paz, fastidiando los planes de otro Paz.
Con todo a Otoski, con razón, le parece “la mejor novela del autor publicada hasta ahora, e incluso creo que si profundiza en alguno de los personajes apenas dibujados, puede completar y mejorarla sin duda.Y no sería el primer caso, por citar alguno conocido, algo parecido hizo ya Fernando Quiñones con su excepcional cuento largo "Legionaria, al que añadiendo de aquí y de allá presentó como novela al premio Planeta, quedando vencedor sin amaño con Lara, es decir finalista, bajo el nombre de "Las mil noches de Hortensia Romero".
Por lo demás, ya entrando en el enigma Durruti, ahí juega con ventaja, puesto que no hay forma humana de atar cabos. Y la discusión puede alargarse, mientras persita el interés por la figura del heroico luchador, bastantes décadas más.
- En el libro de Joan Llarch, La muerte de Durruti se habla hasta de 7 ocupantes del vehículo. El cual, por cierto para unos es un Hispano- Suiza, para otros Twik y finalmente Packard. En cambio, siguiendo las memorias de Cipriano Mera (ni el García Oliver del Eco de mis pasos ni el resto de dirigentes se hallaba en Madrid), podemos intentar alguna conclusión, siempre provisional, a falta de pruebas irrefutables:
- Los ocupantes del Packard sólo eran tres (véase ilustración del libro Durruti de Rai Ferrer). Durruti solía ir delante y los testimonios del chófer y el sargento Manzana no coinciden para empezar siquiera ni en su número. Para José Manzana viajaban también dos escoltas, cuya identidad nadie conoce y miguel Yoldi. Para Graves no hay más testigos que él y el sargento.
- El arma homicida no se recogió. Durruti acostumbraba a llevar un colt 45 y Manzana un naranjero. El sargento Manzana llevaba el brazo derecho vendado en cabestrillo.
- Sobre la posibilidad de que fuera un accidente, en un foro ácrata muy concurrido http://www.alasbarricadas.org/, recojo lo siguiente:
“Aquí, el primer nombre, de creo el jefe de la milicia anarquista, el nombre de esta se me ha pasado lo siento. López-Tienda, muerto el día 2 en Móstoles al bajarse del coche, y caerse el arma, muriendo de herida mortal producida por esta, y recogido, por un tal Climent Ferrer, en circunstancias parecidas a la muerte de Durruti.”
Es un dato más, los dos jefes de los milicianos que acuden a la defensa de Madrid mueren de accidente similar. ¿Casualidad?
Sería muy prolijo entrar en los intereses partidistas de los defensores de Madrid, la supuesta evolución de Durruti, las purgas estalinistas, etc. Me limito sumariamente a manejar un mínimo de datos, desde los cuales resulten más plausibles unas hipótesis que otras.
Tampoco coinciden las versiones de los cirujanos que NO operaron a Durruti. (Recojo también estas manifestaciones del foro:)
“Hoy he caído por casualidad en este foro, buscando algo sobre mi abuelo, el Doctor Manuel Bastos Ansart. Don Manuel Bastos fue llamado en su época, el padre de la traumatología moderna y aún hoy se estudian sus tratados en las facultades de medicina de medio mundo. Aparte de esto, fue él quién efectivamente atendió a Durruti, al que herido de muerte llevaron al hospital que se había habilitado en el Hotel Ritz. Mi abuelo murió hace ya tiempo pero siempre contaba la historia de como llegó Durruti, de como se le había disparado el naranjero, y de las pocas palabras que salieron de su boca antes de morir. Al parecer y según contaba mi abuelo, repetía ya moribundo: "que tontería, que tontería "el jodío fusil", así ni más ni menos. No dijo nada más, pero si es cierto, al parecer, que en el momento de la muerte decidieron que nadie contaría nada de la forma tan "poco heroica" en que murió.” (http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?p=58708&sid=5d61f1d8d647e1e068f1c4f6bcc15679). De hecho, en su parte médico dice: “… la bala de gran calibre (seguramente del 9 largo) rozó el colon, destruyó el bazo, perforó el diafragma, hiriendo el pulmón donde quedó alojada”. No menciona que el disparo fuese a corta distancia. En cambio, en su libro, De las guerras coloniales a la guerra civil. Memorias de un cirujano, manifiesta: “los que le rodeaban (al herido) no se recataron en darme a entender que habían sido sus propios secuaces los causantes de la herida”.
José Santamaría, médico personal de Durruti, años más tarde, en respuesta a Joan Llarch estima en 35 cm. la distancia del disparo, “cálculo deducido por la intensidad de la impregnación de pólvora en la prenda que vestía en el instante de los hechos”. No obstante, la camisa y cazadora para apreciar el agujero de la bala también desapareció. De la camisa que fue entregada a su viuda se habla de que la abertura era enorme y manchada por la detonación, lo que probarían que el tiro fue a quemarropa y no fuego enemigo desde el Clínico, a unos 800 metros. Lo cual, asimismo, sería corroborado por el orificio de entrada en un costado, su trayectoria horizontal y el mortal destrozo, ya indicado un poco más arriba.
- En conclusión, sólo el conductor Julio Graves y el sargento José Manzana podrían haber aclarado lo que pasó. Reunidos con Mera, García Oliver y Federica Montseny, en rápidos viajes a Valencia de ida y vuelta, es obvio que eligieron la versión menos comprometedora, dadas la dificilísimas circunstancias en el frente de Madrid.
A todo esto, no es cierta la huida del sargento Manzana. Puede verse en la foto del funeral en Barcelona, el primero por la izquierda con su brazo vendado, al lado Mera, también herido y la viuda Émilienne. De ahí partió para el frente de Aragón.
Ahora bien, su silencio posterior ha propiciado fabulaciones tan efectistas como la descrita en la interesante –pese a todo- novela que comentamos, donde, para no ser menos que el comandante republicano Fdez Durán o el capitán Angulo de las Milicias de Durruti, el sargento Manzana reaparece cambiado de bando y recompensado. “Pero aún queda el plato fuerte” –anuncia el novelista:
Ya en la posguerra en casa de un general tiene lugar una reunión de militares del régimen vencedor, el anfitrión exclamó: “aquí entra el hombre que mató a Durruti”.
Para terminar deseo para el exitoso autor del documento Saldaña, una reedición de El hombre que mató a Durruti, mucho menos conocida, y que el autopomposo cine español, ¡incluso la lleve al cine!
Sería la primera peli sobre Durruti. Y promete.
De momento nos consolamos escuchando el Romancero de Durruti compuesto por Chicho Sánchez Ferlosio:
Os dejo con una pieza tan sencilla como logradamente popular.
Los solidarios.
Publicado por Blas López-Angulo en 01:35
Etiquetas: "El hombre que mató a Durruti", Ascaso, Durruti, García Oliver, Mera, Pedro de Paz, sargento Manzana
11 comentarios:
otoski dijo...
No son pocos los enigmas irresolutos que plagan de pequeños pero importantes detalles el curso de la contienda que siguió al golpe nazifranquista y fascista en el 36.
Mucho se ha especulado sobre lo que habría hecho Durruti de seguir vivo durante todo el conflicto en asuntos tan graves y polémicos como la regularización de las milicias, los sucesos de Mayo en Barcelona, el ataque de Lister a las Colectividades de Aragón y el asesinato de sus líderes, según el estalinista por orden secreta de Prieto, según el ministro diracta de Stalin. En fin figura decisiva para una muerte tan "ridícula" si de un accidente se trató.
En cuanto a la novela y el punto de vista del autor, nada gratuito, sería todo un tanto para la "inteligencia" franquista e historiadores del nuevo revisionismo que el asesino de Durruti hubiese sido un quintacolumnista con una capacidad de mimetismo y disimulo solo comparable a la de Ramón Mercader. Pero me temo que el Sargento Manzanas no tuvo ni antes ni después ni nunca intención alguna de cargarse a su amigo Durruti y la pesada carga de sus silencio tiene más que ver con la vergúenza de la culpa y mala conciencia por el error fatal que con componendas nunca demostradas con el gobierno de ilegal de Burgos.
!qué facil habría sido para Manzanas volver la España Franquista como un héroe que asesinó a Durruti por orden del mismísimo Franco y escribir un relato pormenorizado de cómo ejecutó su plan, con el sin par asesoramiento del guíonista de raza o con la pluma servivial del abuelo de Aznar!.
No hubiera sido raro, ya sabemos que Stalin concedió a su madre Caridad Mercader, en ausencia de Ramón preso en Méjico, las mas altas ditinciones por el servicio prestado a "la patria y la humanidad" asesinando al "traídor" troski. !Habría sido menos generoso con el asesino de Durruti el espléndido Franco, que no dudó en hacer consejero de confianza a un exPeneuvista mano derecha de Sabino Arana, como fue Don Manuel Aznar que vió la luz nacional católica ante el pelotón de fusilamiento falangista que le preparaba su camino a la inmortaldad como martir nacionalista vasco!
Bueno otro detalle curioso de la novela de Pedro que estamos destripando,(lo siento en mi primer comentario quise preservar la intriga por si alguien se la leía) es que el Comandante Fernández Durán, encargado de la investigación "imparcial" hecha por un "ministro" indeterminado del gobierno de Largo Caballero(¿Oliver?) inició su carrera profesional un año antes del de Primo y obtuvo notoriedad por la resolución de un famoso crimen de la época. Daría para todo un capítulo ver como se desenvolvió este honesto policia católico en los años más duros del pistolerismo empresarial, la ley de fugas, y la persecución salvaje a los anarcosindicalistas, con el aplauso y compresión que hicieronde semejante actitud los aliados de la dictadura de auqellos años, el PSOE y la UGT.
Tal vez sean los descendientes de Durruti y de Manzanas o sobre todo de éste si existen los que pudieran aclarar algo de lo sucedido, pués seguro que alguno de estos familiares tuvieron conocimiento cierto de lo cómo fue el fin del lider anarquista y ha pasado de unos a otros como tradición oral entre los nuevos miembros de la familia.
Otro enigma nunca resuelto también novelado es el de la participación de GAlvez en la Muerte de Muñoz Seca, si como dijo el tribunal que lo condenó y ejecutó tras la guerra, fue su asesino, o al contrario el pobre y viejo galvez hizo todo lo posible por salvarle la vida igualque se comportó con el portero Ricardo Zamora y algún que otro "conocido suyo".
Y otro caso que sorprendería precisamente por su inquebrantable lealtad a la república a pesar de sus firmes convicciones concervadoras y cristianas es el de el General de la Guardia Civil Escobar, fusilado por Franco una vez terminada la guerra, sin ni siquiera darle porsibilidad de "arrepentirse" (Era un mal-buen ejempplo de militar leal a su jurameto constitucional)como si se hizo con en cambio con el exministro anarquista Peiró, al que durante un año se le trató de convercer que salvara la vida aceptando ser el Jefe del Sindicato Vertical para dar legitimad a semejante enendro. Ni que decir tiene que Peiró no dudó ni un instante, y su honestidad le costó la vida.
Demasiado interesante todo, da para varias y buenas películas. A ver si el que ha hecho las dos sobre el CHE, se fija en Durruti y nos da una alegría. !seguro que hasta el Bardem dirigido por este tío borda el papel de Durruti!
SAlud
Blas dijo...
¡Uf! Y cuántas cerezas. Oye, a propósito, llamas Manzanas al sargento Manzana. De mala memoria, efectivamente, existió un Melitón Manzanas. Supongo que es un lapsus sin importancia. En cuanto a tu versión es muy razonable.
He visto un blog de Manuel Durruti, bioquímico, sobrino de Durruti. Sólo tiene 2 entradas, en la primera, traza una biografía del héroe con bastantes detalles familiares, aunque por Abel Paz ya me resultaban conocidos. Además, recoge una frase de Durruti cuya autenticidad es harto discutible, buena prueba de como andaban las cosas:"Se puede renunciar a todo salvo a la victoria". También recoge la versión acusadora hacia Manzana, en los mismos términos que el otro Paz, en este caso, el novelista Pedro: "Si la muerte fue intencionada o no, habría que preguntárselo al sargento José Manzana Vivo, héroe de África con tres medallas; cosa rara para un asesor de Durruti."
Parece increíble, (estas cosas también darían para otra novela, como la última de Lorenzo Silva,¿quién crees que contesta a su blog? Pues quien dice ser María, la nieta del sargento Manzana se dirige a él en su blog:
"como me comunico contigo mi nombre es maria manzana nieta del sargento jose manzana vivo y me encantaria hablar de historia contigo gracias". Y además lo hace un 20 de noviembre ("de 2008 14:02").
Manuel Durruti dijo...
"A la atención de María:
Puedes ponerte en contacto conmigo en la dirección: durrutim@yahoo.es".
¡Menudas cerezas, ¿no? Ya sabes que son buenas pero dan mal empacho. Por tanto, no cojo más.
sólo dos menciones.
- No te preocupes por el destripe: La novelita de Pedro de Paz ahora mismo no hay donde pillarla y su difusión ha sido mínima.
- ¿Sabes cómo terminó el comandante Fdez Durán? No me vayas a dar más sorpresas, por favor. Ya sabemos que la realidad es lo más inverosímil que hay, por eso mismo, a veces, no resiste la ficción. Y no es un juego de palabras.
22 de enero de 2009 12:10
otoski dijo...
Creo que el personaje encargado de la investigación no tiene su contraparte real en ningún personaje histórico concreto ni de mismo nombre ni de similar comportamiento. Pero sería el autor el que podría sacarnos de dudas si puesiera a nuestra disposición qué personaje le dio pie para crear al comandante (Escobar, rojo, miaja), así como certificarnos la siniestra identidad del hombre de gabardina y sombrero en el madrid del 37 ¿un agente del NKVD, Orlov, alguno de sus esbirros alojados en el Palace?, o la del ministro que hizo el encargo ¿de justicia?. Ya te digo, si amplia la novela con gracia le dan el planeta al año que viene, y sin necesidad de pastelear con Lara junior.
Pero cualquiera sabe, tal vez alguien lea esto y diga que es el nieto del comandante Fernandez Durán y nos aclara su final, alegremente jubilado como policia franquista en el 70 y muerto de infarto miestras que bailaba los pajaritos un verano del 80 en Benidor. !un fin normal como el de tantos buenos policias franquistas.
Lo del blo del nieto de Durruti y la contestación de la nieta de Manzana (que no manzanas claro), si que da para retomar el tema, sería cuestión de que Pedro de Paz contacte con ambos si no lo ha hecho ya.
Cosas peores me contaron en la ruta del Quijote, nada menos dónde nació Alonso Quijano, el mismo, que no Cervantes.
Un abrazo
Salud
22 de enero de 2009 13:23
Blas dijo...
Sí, claro, el personaje parece más tomado de Doyle, Hammet, Chandler o el propio Silva; pero me has asustado cuando dices que era un honesto policía católico que resolvió un famoso crimen de la época, etc...¿Eso lo has sacado de la novela? 22 de enero de 2009 14:00
Pedro de Paz dijo...
Estimados Blas y Otoski:
Ante todo, agradeceros a ambos la extensa e interesante disertación que habeis llevado a cabo con relación a algunos de los aspectos en los que se apoya mi novela "El hombre que mató a Durruti". Por el tono y las formas, me consta que las disensiones han sido hechas de buena fe y sin el ánimo de iniciar un debate viciado, cuestión que os agradezco de veras. Con ánimo de participar en esa propuesta, sí me gustaría matizar y puntualizar algunos de los detalles que reseñais tanto en la propia entrada como en los posteriores comentarios. Aun así, me gustaría dejar sentado como premisa que "El hombre que mató a Durruti" es, en puridad, una obra de ficción de género policíaco que sobrevuela uno de los muchos asuntos turbios e intrigantes que se produjeron durante la guerra civil y que lo hace tratando de ser lo más fiel posible a la documentación recopilada. <strong>Pero ni es un ensayo ni tan siquiera una novela histórica. Y que no sería justo que fuese juzgada bajo esa perspectiva.
** Lo del sombrero y la gabardina, sin ser falso del todo, tiene mucho más de mito que de realidad. Un mito explotado hasta la saciedad en épocas posteriores a la guerra civil. Todos estamos acostumbrados a ver fotos de milicianos vestidos con el mono azul y la gorra y tendemos a extrapolar la idea de que ese era el "uniforme oficial" de todo bicho viviente que se preciase de ser proletario y republicano. Y aun siendo esa una indumentaria de uso muy extendido, no resultaba nada extraordinario ni sorprendente ni sospechoso -aunque despetarse algún recelo que otro- el ver a alguien, sobre todo de cierta posición política y social, con otra indumentaria. A las pruebas me remito:
- Web SBHAC ( http://www.sbhac.net/Republica/Imagenes/FotoRep/FotoRep.htm ). Foto 1.7: Largo Caballero y Wenceslao Carrilo, ambos con sombrero. Foto 1.19: Prieto acompañado de varios militares usando gabardina.
- http://img248.imageshack.us/my.php?image=tarradellasrl5.jpg Foto de Azaña y Companys. Al fondo, Tarradellas. Todos con sombrero y alguno incluso con sombrero y gabardina (Companys).
Y no, Blas. Si en lugar de trasncurrir en enero del 37, la acción hubiese transcurrido en julio, no le habría puesto gabardina y sombrero. Pero sí traje :-)
** "...Si es un mandado para presionar al comandante no se comprenden bien los medios elegidos para hacerle desistir de la investigación sobre el final de Durruti. ..."
En ningún momento trata de presionar a nadie. Se limita a vigilarlo y a seguir sus pasos para saber que hace en cada momento. Cuando se siente descubierto, se escabulle. Lo más clásico en seguimiento y vigilancia desde los tiempos de Pompeyo. :-)
** "...Un comandante republicano a quien el ministro le manifestó personalmente haber sido elegido para la investigación del caso Durruti por su “probada confianza y por sus méritos como policía antes de la guerra” continúa en el cuerpo – ¡nada menos que el encargado de la represión!-, vencidos “los recelos de nuevo régimen”. ¡Hostias, don Pedro de Paz!, ¡Usted fuma más que Baroja! ..."
"Amárramela al muslo, Manuel" que diría un escritor amigo mío :-DDDD. Vamos a ver. De acuerdo que en el supuesto se abusa en cierta medida del factor "suerte", pero LOBATO ni es comandante republicano ni ningún ministro le encarga nada. LOBATO es una nueva identidad que nadie conoce y sin ningún tipo de antecedente al que poco se le puede rebatir o reprochar. No es algo descabellado, tras el maremagnum del fin de la guerra, el cambio de identidad entre republicanos que no se exiliaron se produjo con bastante más frecuencia de lo que imagina. FERNÁNDEZ DURÁN, el ínclito policía famoso por su perspicacia, desapareció al día siguiente de terminar la guerra y de él nunca más se supo. Cierto es que el riesgo de ser reconocido sería muy grande, pero aquí jugamos al 50% de posibilidades. O es que sí o es que no. Y salió el que no. Si hubiese salido el que sí, la trama argumental hubiese sido otra. Ten en cuenta que, en aquella época, la imagen pública de un policía, por muy eficiente que fuese en su labor, no era conocida de forma amplia. En aquella época, su foto no salía en el "Hola" :-) Y con ciertos cambios fisionómicos uno, si no era persona relevante, podía pasar hasta cierto punto desapercibido.
** "...(con dos hermanos falangistas por cierto, uno muerto en el frente y otro fusilado por sus compañeros al no fiarse de él y creerle un espía infiltrado de los anarquistas)..."
Esto no es correcto. Es la típica información errónea que circula de boca en boca en boca y que no hay quien la pare. Durruti sólo tuvo un hermano falangista, Pedro Marciano que, en efecto, fue fusilado por sus propios compañeros falangistas (y no tras una saca de la Cárcel Modelo de Madrid, error que también se lee muy a menudo por ahí) aunque no por creerle infiltrado sino más bien por otras causas un poco más oscuras. El otro al que siempre se le atribuye tal filación se llamaba, creo recordar que Manuel (que no era falangista y que además no murió en el frente sino en los disturbios de la revolución del 34). Este artículo ( http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2007/596/1175378408.html ), elaborado a partir de documentación recopilada durante años por Manuel Durruti, sobrino de Buenaventura (cuya copia obra en mi poder gracias a la generosidad de D. Manuel), es bastante esclarecedor al respecto.
** "...Aunque de nuevo el ansia fabuladora del novelista va mucho más lejos: el sargento Manzana, según nos descubre en ese asombroso final, ya se había cargado en los primeros combates a Ascaso, el amigo inseparable de Buenaventura. Ambos la flor y nata del anarquismo español..."
Bueno, al margen de "licencias literarias", ésta es una cuestión que en la novela se plantea como una hipótesis más. Se sugiere como posibilidad, pero, en ningún momento de la obra se afirma taxativamente, ni como fabulación ni como aparente verdad. Forma parte de todo ese "resto de casualidades" que, sumadas, dejan intuir tras todas ellas algo más que la mera casualidad pura. En cualquier caso, en la novela se divaga sobre la posibilidad, no se afirma.
** "...Según el novelista, Manzana estaba dentro del cuartel de Atarazanas en Barcelona repeliendo el ataque de los milicianos. ..."
No es "según el novelista". De esto hay testimonios probados. Si me deja un tiempo, le busco las fuentes (que no tengo a mano ahora mismo). Lo que no está tan claro es ni el momento ni las circunstancias de su salida de las Atarazanas teniendo que remitirnos en exclusiva al testimonio de Pablo Ruiz.
** "...Por lo demás, ya entrando en el enigma Durruti, ahí juega con ventaja, puesto que no hay forma humana de atar cabos. Y la discusión puede alargarse, mientras persita el interés por la figura del heroico luchador, bastantes décadas más..."
De esas mismas "ventajas" ya dejo yo mismo constancia en este mensaje aportado a una red de estudiosos de la guerra civil ( http://arxiu-llistes.tinet.org/mllistes/gce/April_2003/msg00728.html ). Fíjese en la fecha (abril del 2003). La cuestión es que desde siempre yo he querido dejar claro que "El hombre que mató a Durruti" es una fabulación novelada (o novelesca) que no trata de aportar ninguna solución al enigma (de ahí su final abierto) y el problema invariablemente ha surgido cuando alguien ha querido ver tras la obra algun tipo de "verdad" sobre un asunto del que, en efecto, nada se sabe (que no digo que sea vuestro caso, ni el de Otoski ni el tuyo).
** "...De hecho, en su parte médico dice: “… la bala de gran calibre (seguramente del 9 largo) rozó el colon, destruyó el bazo, perforó el diafragma, hiriendo el pulmón donde quedó alojada”..."
Pues el doctor Bastos miente o bien en el parte médico (que yo no he tenido ocasión de encontrar ni leer y mira que he buscado) o bien en sus memorias ("De las guerras coloniales a la guerra civil: memorias de un cirujano") por que en estas últimas especifica que Durruti presentaba orificio de entrada en el pecho y de salida en el centro de la espalda. Y que la pretendida operación (que, efectivamente, NO se llevó a cabo), era para tratar de atajar las hemorragias internas, en ningun caso para extraer una bala que NO estaba alojada en el cuerpo de Durruti.
** "...No menciona que el disparo fuese a corta distancia.”..."
En efecto. Esto lo mencionan otras fuentes, entre ellas, el Dr. Santamaría.
** "...Ya en la posguerra en casa de un general tiene lugar una reunión de militares del régimen vencedor, el anfitrión exclamó: “aquí entra el hombre que mató a Durruti”..."
Pues fíjese, D. Blas, que la "realidad" (con comillas) supera a la ficción en la mayoría de las ocasiones por que la idea ni siquiera es mía. Yo solamente hice un puzzle novelado con muchas de las piezas que encontré, entre ellas la de un articulista que decía haber hallado, tras muchos meses de investigación, el expediente militar de José Manzana Vivó y ahí están las hemerotecas para demostrarlo. Le doy la referencia: "Diario de Cordoba, 09/12/2002 - Artículo de Oscasr Arauxo León. En cualquier caso, jamás negaré que todo pueda tratarse de un "cuento de viejas", pero... es lo que tiene de bonito la literatura. :-)
** "...el Comandante Fernández Durán, encargado de la investigación "imparcial" hecha por un "ministro" indeterminado del gobierno de Largo Caballero(¿Oliver?)..."
En efecto, amigo Otoski. La identidad del "ministro", nunca mencionada en la novela, es un guiño para "avisados". Se trata de García Oliver. Por coherencia y por cargo (Ministro de Justicia) no podía tratarse de otro ;-)
** "...Otro enigma nunca resuelto también novelado es el de la participación de GAlvez en la Muerte de Muñoz Seca..."
Yo estoy convencido de que el pobre Gálvez (que era un sinverguenza, un fantoche y un "Juan Lanas", pero no mala persona en el fondo) fue un cabeza de turco que se tragó un monton de marrones debido a su notoriedad y "aprovechando que pasaba por allí". El episodio de Muñoz Seca (y de cómo recordaba constantemente a sus captores "A este no me lo mateis, que a este lo mato yo" -a lo que Muñoz Seca, con su retranca habitual, siempre respondía: "muy honrado, Gálvez. Muy honrado"), leído entre líneas (algo a lo que eran muy poco aficionados los facciosos), es bastante significativo al respecto.
** "...Creo que el personaje encargado de la investigación no tiene su contraparte real en ningún personaje histórico concreto ni de mismo nombre ni de similar comportamiento. Pero sería el autor el que podría sacarnos de dudas si puesiera a nuestra disposición qué personaje le dio pie para crear al comandante ..."
El autor pone a vuestra disposición que, según cierta fuente, si existió un intento de esclarecer los hechos y se le encargó a un militar una investigación al respecto. De sus conclusiones y de si llegó a algo, nunca más se supo. Por cierto, este dato sólo me llegó a través de una única fuente y no he vuelto a verlo reseñado en ningún otro lado con lo que su fiabilidad es más bien escasa. ¿El nombre del militar? (guiño al canto): Comandante Fernández Lobato. :-) La idea de ese personaje -que no su trayectoria puesto que de él nada más supe- fue la que dio origen al personaje de Fernández Durán.
** "...así como certificarnos la siniestra identidad del hombre de gabardina y sombrero en el madrid del 37 ¿un agente del NKVD, Orlov , alguno de sus esbirros alojados en el Palace?..."
De esto nada puedo avanzar porque dicho personaje podría tener una continuidad en breve. Dejémoslo en alguien sin ideales, de moral disoluta y ventajosa y cuyo interés está con mejor postor.
Señores, ha sido un autentico placer. Ya saben dónde me tienen a su disposición.
Abrazos,
Pedro de Paz
PS1.- La posible reedición de "El hombre que mató a Durruti" se está negociando pero aún no hay nada en firme.
PS2.- En breve, en unos días (creo), en el podcast de la web de los amigos de "Radio Onda Expansiva" ( http://ondaexpansiva.net ) se publicará una entrevista sobre la génesis y el desarrollo de la novela. Invito a todos a escucharla.
23 de enero de 2009 19:49
Blas dijo...
Contestando al autor de “El hombre que mató a Durruti”.
Los sombreros, signo de distinción de los caballeros de una época ya fenecida, primero al gran Otoski le llevaron a su novela y ahora me llevan a mí ante su autor. Discutamos, pues, de sombreros.
En los primeros meses de la guerra y revolución en Madrid por supuesto que no se llegó a una total uniformidad. Lo que si experimentó la vestimenta del personal fue un cambio considerable. Parecido ocurrió en la España rebelde-nazionalista con la proliferación de tantos falangistas de camisa azul o requetés con pistolón al cinto. En Madrid, la gente más acomodada guardó los trajes en el armario, incluidos los sombreros, y hasta prefirió cierto desarreglo, cuando no desaseo. No tengo aquí la novela que le cité de Juan Iturralde, Días de llamas, por lo que recuerdo, recrea muy bien todo aquello. El protagonista es juez y su padre y familia militares de alta graduación. Siempre en una gran capital la indumentaria nos ofrece un abanico coloridísimo, más marcado y variado. Imagínese durante esos días la tendencia: había que echarle un par para salir con la corbata bien puesta, recién duchado, perfumado y el sombrero en su sitio. Don Pedro, no me valen sus numerosas pruebas en contrario. Se trata de burgueses republicanos en su mayor parte tan distinguidos, que pueden permitírselo: ¡el presidente de la República, el president de la Generalitat y su sucesor, el presidente del Gobierno y un ministro! No eran gente de “a pie”, como se dice ahora, ni de encontrártelos a solas por las calles. Suerte tenían que sus retratos sí aparecían en la multitud de periódicos, revistas gráficas y de humor, en suma, reconocibles y reconocidos por las masas (también mítines, actos públicos,….). De lo contrario, se los imaginan apostados con esa guisa de espías de cine negro en la puerta de una ¡checa!...con los milicianos más coléricos, a un paso.
De todas maneras, debo preguntar como acostumbra usted a algún amigo o experto en la cuestión. Antonio Ferres usa sombrero y tal vez sepa algo. Le preguntaré. En estos momentos no que es muy temprano.
** "...Un comandante republicano a quien el ministro le manifestó personalmente haber sido elegido para la investigación del caso Durruti por su “probada confianza y por sus méritos como policía antes de la guerra” continúa en el cuerpo – ¡nada menos que el encargado de la represión!-, vencidos “los recelos de nuevo régimen” (Blas L-A)
Cierto es que el riesgo de ser reconocido sería muy grande, pero aquí jugamos al 50% de posibilidades. O es que sí o es que no. Y salió el que no. (Pedro de Paz).
Habrá que concederle ese 50 % de posibilidades, aunque si usted se empeña -por el buen final de su trama- también hubiera podido ser “que si” con un 99% de posibilidades. Desde luego que de ser el rostro del protagonista muy conocido habría necesitado del cirujano de Michael Jackson. El problema es que le podrían reconocer muchos colegas del otro bando o pasados ellos sí con mejor suerte y con la furia del converso, ¿no le parece? Más a un tipo con su historial (Policía Gubernativa e inspector de primera clase con Primo de Rivera, 2 condecoraciones, resuelve el célebre “crimen del compañero”, en 1930 se traslada al cuerpo de seguridad de la P.G., etc.), que en “unos meses” recién terminada la guerra, reingresa en el cuerpo de policía.
Por cierto, no se entiende bien como pudo ser “oficialmente dado por desaparecido” a las pocas semanas. A los más se le tendría por no presentado en el cuerpo de seguridad donde estaba en julio del 36 y depurado por su notorio pasado, en todo caso.
Paso a entrar de lleno en los dos asuntos capitales de su apasionante historia.
1) El hombre que mató a Ascaso.
2) El hombre que mató a Durruti.
Porque, casualidad o no, ese hombre mató primero a Ascaso. “O divaga sobre esa posibilidad”. Se trata de una legítima licencia como narrador (por supuesto, toda la razón, Pedro de Paz) que junto a las anteriores bien administradas consiguen un fascinante final. Y olvidadas en parte las anteriores a fe que lo consigue. Su relato es sobrio, preciso (ya ve, puede que hasta demasiado) y avanza derecho hacia ese final.
Otra cosa es que Otoski y yo, devotos de la figura de Durruti, pinchemos en el juguete que tanto nos ha gustado, como dos traviesos niños, para ver lo que de verdad tiene dentro.
“Lo que no está tan claro es ni el momento ni las circunstancias de su salida de las Atarazanas teniendo que remitirnos en exclusiva al testimonio de Pablo Ruiz.”
En la plaza Arc del Teatre el Comité de Defensa local de la CNT y de la FAI instaló su puesto de coordinación. A la reunión del 19 de julio a las 9 horas acudieron García Oliver, Ascaso, Durruti, Gordo y Manzana, como ya recogí. También otros enlaces, concretamente, Belmonte, de Sindicato de la Madera. A ellos se unieron Antonio Ortiz y Aurelio Fernández. Todo esto lo cuenta el poco después ministro de Justicia, García Oliver, en un artículo en Le Libertaire (18-8-1938) “Ce que fut le 19 juillet” y seguramente en sus memorias El eco de los pasos (extremo éste que Otoski le podrá confirmar, puesto que le han regalado la nueva edición de la obra, teniéndola más a mano que un servidor).
En cuanto a testigos presenciales de la muerte de Francisco Ascaso, sucedida aproximadamente 28 horas más tarde, no sólo lo fue Pablo Ruiz, sino también los demás reseñados en mi texto. El supuesto doble infiltrado Manzana y doble cazador sería todo un prodigio si acertó a abandonar el cuartel, no faltar a las reuniones de la plaza Arc del Teatre y regresar a tiempo al cuartel para cargarse, repito, al mismo Ascaso. Más, si tenemos en cuenta que era el punto más caliente de la ciudad, sin duda, por el fuego cruzado. Otrosí: en toda la anchura de la Rambla Santa Mónica, los obreros del Transporte y de la Metalurgia habían levantado una imponente barricada, impidiendo la salida a la tropa de Atarazanas y Dependencias Militares.
“Pues el doctor Bastos miente o bien en el parte médico (que yo no he tenido ocasión de encontrar ni leer y mira que he buscado) o bien en sus memorias ("De las guerras coloniales a la guerra civil: memorias de un cirujano") por que en estas últimas especifica que Durruti presentaba orificio de entrada en el pecho y de salida en el centro de la espalda.”
En efecto, su parte médico se prestaba a posibilitar la hipótesis oficial de la bala procedente de fuego enemigo, disparada desde el Hospital Clínico. De haber reconocido el orificio de salida por la espalda perdía consistencia, habida cuenta la distancia, que fue calculada en unos 6oo metros .
“Yo solamente hice un puzzle novelado con muchas de las piezas que encontré, entre ellas la de un articulista que decía haber hallado, tras muchos meses de investigación, el expediente militar de José Manzana Vivó (…) En cualquier caso, jamás negaré que todo pueda tratarse de un "cuento de viejas", pero... es lo que tiene de bonito la literatura.”
Había visto ese artículo en la red, lo malo que finaliza de manera un tanto sesgada inopinadamente”: “La versión más pulida sobre la muerte de Durruti apunta a un”
Nada he podido leer de su expediente. No sé usted. Claro que para los intereses que persigue un novelista tanto da.
He pasado por alto la alusión a los “dos hermanos falangistas”. Debería responder el amigo Otoski “que es él que metió la pata” o casi mejor que no porque suele abrir demasiados frentes y algunos muy atractivos, como el de la muerte de Muñoz-Seca atribuida a Gálvez.
En cuanto a la primera, como recojo en un anterior comentario he visto la semblanza que sobre los Durruti traza un descendiente en su blog. En ella cita la trágica suerte de su tío Manolo Durruti (él también se llama Manuel Durruti) muerto en el 34 en Asturias. Por cierto, hace unas horas me ha respondido esto, lo pongo para quienes siguieron aquel comentario. Esto no es una novela, pero también la historia es algo, no lo olvidemos, vivido:
Estimado Blas:
“La nieta del sargento manzana no se ha puesto en contacto conmigo.
Le di mi dirección, pero sin respuesta. Pudo ser una broma.
Saludos
Manuel
Tengo el acta militar del asesinato a Pedro Marciano. Fue detenido el sábado y el domingo asesinado. Todo muy rápido.
En cuanto a la segunda y con esto concluyo (¡habremos de poner un límite a nuestra común pasión!), totalmente de acuerdo.”
En esto también habría que precisar al querido Otoski que no se le imputó crímenes concretos, (ergo: no se le juzgó por la muerte de Muñoz-Seca) lo que constituye una muestra más de la irregularidad y nulidad total de los sentencias y de los propios tribunales que durante tantos años después de finalizar la guerra funcionaron, eso sí, a pleno rendimiento. Acerca de esto puede leerse en la Wikipedia: “…un Consejo de Guerra el 5 de diciembre de 1939 por «conspiración marxista y otros cargos más» entre los que se contaba «la muerte de varias decenas de monjas», sin especificar, y no se le comunicó la sentencia…”
Tenemos de nuevo un nieto, para nada apócrifo, preguntándose o, más bien, respondiéndose él mismo: Ussía. Pero le puede el rencor, maneja indicios, no pruebas.
El periodista de la C.N.T. Eduardo de Guzmán (que junto a Ramón J. Sender denunció la matanza de Casas Viejas con Azaña en el Gobierno) compartió las checas trocadas de los rebeldes y prisión con el bohemio sonetista/sablista. Fue testigo de sus últimas horas. (Que no fueron en Porlier ni en Yeserías, sino en el más lejano Alto Carabanchel, al lado de donde, poco después, se construiría la cárcel, la misma que apenas un mes se descopuló con precipitación y nocturnidad). Lo cuenta Eduardo de Guzmán en la primera parte de una trilogía publicada en la transición, Nosotros, los asesinos es su título. El testimonio es de primera por la calidad moral e intelectual del memorialista. Gálvez sufría un arrebato místico-religioso, ¡auténtico! Que no exento de lucidez: «sé que van a matarme, pero no me preocupa gran cosa. Nadie pasa de viejo, y yo lo soy hace muchos años. Todo lo que pueden hacer es ahorrarme unos meses o unas semanas la agonía y decrepitud».
La leí no hace mucho. A Gálvez se la tenían jurada por su exhibicionismo de miliciano chequista. Daba igual las pruebas. Claro que como cuenta Guzmán en su libro era un personaje, mitad santo, mitad vil fementida canalla, con pasaporte lo mismo para el cielo que para las calderas de Botero.
25 de enero de 2009 08:25
Lorenzo Silva dijo...
Interesantes reflexiones sobre un no menos interesante personaje y un episodio como poco emblemático de lo que esa República, por desgracia, podía resistir a los rebeldes.
Saludos cordiales
Lorenzo Silva
25 de enero de 2009 22:32
Pedro de Paz dijo...
Lorenzo, ¿are you here? ¿El Lorenzo de verdad? ¡Amos, anda! :-)
Saludos,
Pedro de Paz
26 de enero de 2009 00:15
Blas dijo...
El novelista Pedro de Paz me envía esta entrevista que le hacen recientemente sobre la novela. La podéis escuchar aquí: http://ondaexpansiva.net/?p=85
17 de febrero de 2009 23:02
Anónimo dijo...
hola blas mi nombre es nadxelly navarro manzana como dije a manuel soy nieta de jose manzana vivo,me encantaria poder intercambiar opiniones sobre mi abuelo y de una buena vez darle en su descanso real paz,el no mato a durruti y si cambio de bando fue porque amaba espana y creia en el pueblo no en la politiqueria sucia muchas gracias puedes contactarme en nadxelly_manzana@yahoo.com estoy a tus ordenes
18 de marzo de 2009 01:48
Anónimo dijo...
Pues a mi me da la impresión que a este lo mataron los comunistas o los socialistas. Reconocidas y ampliamente documentadas (ahora mas, tras la caida del imperio sovietico y publicos sus archivos)son las limpiezas que entre sus propias filas y las de sus aliados politicos se hacian. Por lo que fuera a este le metieron "cuatro tiros" y crearon la leyenda (lo mas epica posible) para ocultar su propia felonia. Uhmmmm, interesante...