La enfermedad como estado de ámimo


Escribo en estado griposo.

Las fiestas navideñas comenzaron con un Chuso en pleno estado de forma, capaz de beberse un nabucodonosor, engullirse no ya un asado, sino la vaca al completo y fumarse varios habanos, pero una mala gripe con complicaciones gastrointestinales me han convertido en la ruina que soy ahora. Paradojas que puede causar un gastrovirus; ahora tengo la nevera llena y el estómago vacío.


Al marcharme del trabajo dejé encargado que le dijeran a los jefes que iba a mantener línea abierta con ellos por si necesitaban algo.


Tendré mi línea abierta 24 horas, dije.

Pago cierta cantidad a unos tipos precisamente para que mantengan mi línea abierta. Espero de ellos que cumplan y así lo hagan. Otra cosa es que cuando llamen no me ponga al teléfono por estar dormido o muy cansado o haciendo otra cosa o en otra habitación. O lo mismo me pongo para mandarles directamente al carajo. Pero la línea permanecerá abierta. Siempre que no se produzca una interrupción por problemas técnicos, o porque se me acabe la batería, o porque apague el maldito móvil para descansar un poco.

Para un enfermo solo existe el hoy y el ahora. Debe de ser porque el enfermo, en su enfermedad, no piensa que pueda durar mucho, y mira con desprecio a los sanos que se afanan en buscarse ocupaciones para el año que viene. Por mi parte el resto del mundo puede entrar alegremente en 2011, a ver que se encuentran. Yo permaneceré en 2010, enfermo y cabreado.