Noticiario

La noticia más impactante de los últimos días es que un fiscal imputó a la superiora del monasterio de carmelitas descalzas de Nogoyá por privación ilegítima de la libertad de sus monjas, sumado a los cargos de torturas y reducción a la servidumbre. Deberán andar con cuidado a partir de ahora, no solamente las superioras de conventos de clausura que mantienen tras las rejas a sus hermanas, sino también cualquier superior religioso que mando a uno de sus novicios a pelar papas: reducción a la servidumbre. Un disparate. 
Es probable que los periodistas que hicieron la denuncia se nutran de información por parte del mismo clero católico. La semana pasada, uno de ellos, Ricardo Leguizamón, conferenciaba amigablemente con el padre José Doumolin en la calle peatonal de Paraná, tal como puede verse en la fotografía acercada por uno de los paparazzi wanderianos.
No conozco a las carmelitas entrerrianas más que por el video que publicaron recientemente para defenderse. Es verdad, por otro lado, que la vida religiosa femenina es bastante complicada y hemos tenido casos en el país de prioras desequilibradas que desequilibraron a todo su monasterio. Desconozco si será eso lo que ocurre en Nogoyá y, aún cuando algo de eso hubiera, los encargados naturales de solucionar la situación serían el obispo, los frailes carmelitas y Roma en última instancia. 
Lo que llama la atención es que, frente a semejante atropello, la Iglesia se haya quedado callada, más allá de las declaraciones del arzobispo Puiggari. ¿No tiene nada que decir Mons. Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina? ¿La blanca palomita que anida en Santa Marta se quedó sin rosarios para enviarle a las monjas y su teléfono se descompuso? ¿No podrá, siquiera, mandar un mail privado a alguno de sus voceros oficiosos para que ellos lo divulguen -treta a la que recurre habitualmente- defendiendo a sus monjas? Es que sus colaboradores estuvieron entretenidos participando en la Marcha Federal contra el presidente Macri el viernes pasado y las monjas no son más que solteronas con cara de pepinillos en vinagre. Rinde más aplausos ocuparse de alguna magrebí musulmana y patasucia a quien lavarle los pies y comer pizza con los pobres en la plaza de San Pedro, asegurándose por cierto, una buena cantidad de fotógrafos que contribuyan a alcanzar su próxima meta: el premio Nobel de la paz.
2. Nos enteramos también que quien sucederá al actual arzobispo de San Juan será Mons. Jorge Lozano, pichonzuelo del papa Francisco desde sus épocas de cardenal porteño. Por supuesto, Lozano no es más que un personaje gris y mediocre, cuyos méritos más destacados son los de haber alentado la construcción del santuario de Cromañón, dedicado a los mártires del rock y de haber sido declarado personalidad destacada en los Derechos Humanos por la legislatura porteña. Un obispo francisquista.
El espanto que unió al clero sanjuanino y, humildemente, estas páginas impidieron una vez más que Mons. Eduardo Taussig rapiñara el palio archiepiscopal, para desgracia de los curas y la grey sanrafaelina.
3. También en los últimos días alcanzó notoriedad nacional el caso del ahijado presidencial. Tal como lo establece la legislación argentina, el séptimo hijo varón de un matrimonio puede solicitar el padrinazgo presidencial, lo que conlleva varios beneficios. Los padres del pequeño solicitaron el bautismo en tres parroquias sanrafaelinas y todas ellas se lo negaron porque, explicaban, el presidente es divorciado y convive sin matrimonio eclesiástico, razón por la cual no puede ser padrino. Desde el obispado salieron a aclarar rápidamente que eso es lo que disponen las reglas de la Iglesia por lo que, definitivamente, el presidente Mauricio Macri no puede ser padrino de bautismo.
¡Alleluia!, gritaron muchos. Finalmente los obispos argentinos se están despabilando. Tal como hizo Mons. Aguer hace algunos días, ahora Mons. Eduardo Taussig ha reaccionado y, como otro Juan Bautista, señala con valentía el adulterio presidencial. Aún cuando hace un tiempo su vecino y amigo, el arzobispo Ñañez, permitió que en la mismísima catedral cordobesa un travesti fuese padrino de bautismo, el obispo Taussig no cede una iota de los mandatos de la Iglesia. 
Otros, en cambio, más escépticos, opinan que la cuestión no fue más que una mise-en-scène para, una vez más, quedar bien con el papa Francisco que detesta al actual presidente y, según se dice, planea voltearlo hacia fin de año. El señalamiento público del pecado presidencial, no sería más que otra manzana (la primera fue la cabeza del Prof. Antonio Caponnetto) que el obispo sanrafaelino le ofrece al pontífice en espera de una promoción que, por lo que parece, nunca llegará.. 
4. Finalmente, una noticia que reconforta. Mons. Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán, estuvo de visita en Buenos Aires donde se hospedó en el Own Recoleta, un hotel de precios convenientes para esa elegante zona. Por lo menos, un prelado que conserva cierta dignidad y le importa un bledo la falsa pobreza pontificia.