Como anillo al dedo

La muerte del cura Viroche le vino a Francisco como anillo al dedo. Tal como informa Ámbito Financiero, sería esa la excusa para misericrodiar a Mons. Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán, siete años antes de lo debido. 
El caso de la muerte del padre Viroche se parece a las muertes del padre Metri. Es todo bastante confuso. Toda la evidencia forense, en un primer momento, indicaba que se había suicidado ahorcándose frente al sagrario y vestido con una camiseta con la foto del Ché Guevara. Se sabe, por otro lado, que su vida sacerdotal no era del todo virtuosa y se sabe también que habría hecho algunas denuncias contra el narcotráfico. De allí muchos concluyen que lo mataron los narcos. Mons. Zecca, guiándose como corresponde por los informes forenses que unánimemente indican la hipótesis del suicidio, se inclinó por esta posibilidad frente a su clero, y allí saltó la chispa. 
Sabido es que al ex-rector de la UCA nunca fue bien recibido por buena parte de los curas tucumanos. Si bien en esa arquidiócesis hay buenos sacerdotes y excelentes frailes, buena parte del clero apesta a oveja, lo que constituye las delicias odoríferas del Santo Padre.
Sabido es también que, durante la gestión de Zecca en el rectorado de la Pontificia Universidad Católica Argentina, tuvo más de un conflicto con el entonces arzobispo de Buenos Aires, el entonces cardenal Bergoglio. Para decirlo brevemente, es públicamente sabido que se detestan mutuamente. 
Y también se sabe de los esfuerzos descomunales que hizo Bergoglio para sacárselo de encima e influyendo sobre la curia romana para que fuera elegido obispo de San Luis luego de la renuncia de Mons. Lona. De esa manera, no solamente se sacaba a un pelmazo de encima, sino que aquietaba una diócesis indómita (allí, por ejemplo, no está permitido (o no estaba) dar la comunión en la mano) desde los tiempos de Mons. Laise. Pero la jugada la falló. Zecca se quedó en Buenos Aires y a San Luis fue Mons. Pedro Martínez, por quien el Papa Francisco profesa un particular desprecio.
Y Bergoglio es hombre de cobrarse todas las ofensas. Muchos coincidían en que el arzobispo de Tucumán estaba en la lista de misericordiables y que solamente faltaba la ocasión. Es exactamente lo mismo que hizo Francisco con Mons. Livieres, que dio el motivo con sus declaraciones sobre las preferencias sexuales del arzobispo de Asunción, y con Mons. Sarlinga, que tuvo un informe financiero negativo. Zecca, en cambio, tuvo un suicidio clerical. Eso indica que es un mal pastor y que no estuvo atento a los problemas de uno de sus sacerdotes. Merece, entonces, el destierro.
Lo peor es que el sucesor sería nada menos que il cocolato, el chupamedias de Bergoglio, es decir, Mons. Tucho Fernández. 
¡Pobre Tucumán y pobres tucumanos! Tan buena gente que son, y la que tendrán que padecer.