El desgraciado

por Ludovicus
A pesar del título, no pretendo ofender con una injuria de nuestro hablar coloquial argentino a Bergoglio. Simplemente busco desentrañar un fenómeno intrigante y que da lugar a la popular calificación de jetattore, gafe o piedra: la mala fortuna de quienes rodean, sean personas, proyectos o instituciones, al papa Bergoglio. No condescenderemos a esa superstición, pero tampoco podemos dejar de notar que la persona y la gestión del sujeto están sometidos, quizás por disposición de la
Providencia, a tal sucesión de desgracias que propiamente podríamos llamarlo El Desgraciado o más castizamente, El Malhadado. Desde el reciente fallido plebiscito de Colombia (a veces la democracia consagra el sentido común), hasta el desaire de la Iglesia georgiana; desde las interpretaciones sobre el carácter pacífico del Islam retrucadas con  un terrorismo inusitado o el discurso de Lampedusa al que siguió un incremento brutal de las personas muertas en el mar, los ejemplos podrían multiplicarse. Sin contar el monumental fracaso de las Scholas, su lamentable pelea de conventillo con sus directores, la cancelación del contrato con la FIFA hipercorrupta o los papelones diplomáticos permanentes. Hay un destino torcido, fallido, chanfleado, en este pontificado, que la Historia no podrá disimular. Parafraseando al latino, podríamos decir “habet suum fatum bergogli”.
Empecemos con la explicación más simple, la ley de Murphy. No se puede pretender que a quien escoge como laderos a personajes de avería o de ínfima categoría le vaya bien. Vera no puede ser un estadista, Del Corral un pedagogo universal, El Caballo Suárez un paradigma del sindicalismo cristiano o Sánchez Sorondo un genio político. El malogrado Omar Bello nos recordaba la eterna propensión bergogliana a rodearse de mediocres, “grisidades” como decía Ortega.
Además Bergoglio no estudia, no incorpora conocimientos nuevos, se limita a guiarse por un plexo de prejuicios y lugares comunes cristalizados hace treinta o cuarenta años, al que ha remozado apenas con la corrección política hodierna. Con tan poca ciencia, nada puede ser hecho a conciencia.
Finalmente, el personaje está imbuido de un notable afán autodemoledor, antropofágico y caótico, concentrado más en la crítica destructiva y en promover el “hacer lío”. El resentimiento es mal consejero del poder, sólo sirve a los revolucionarios y a los que quieren el caos. Y todos los aristotélicos sabemos que del caos jamás sale el orden y por lo tanto casi nada valioso se logra “per accidens”. La Argentina es un buen ejemplo de ello.
Finalmente, Bergoglio es desgraciado porque le falta gracia. Dios nos libre de afirmar esto en sentido teológico. Le deseamos todas las gracias, la primera de las cuales es la fe. Decimos que le falta la gracia del político, la nonchalance, la elegancia, el sentido de la oportunidad. Quien esto escribe entró en un forcejeo penoso cuando quiso besarle el anillo en tiempos en que ejercía de arzobispo de Buenos Aires. Las anécdotas son tan forzadas como ir a una óptica con periodistas o salir del cónclave a pagar la cuenta del hotel. Y a pesar de los medios, su discurso es absolutamente carente de gracia, forzado, insincero, como demostró en su último video al pueblo argentino.
¿Alguien puede creer que Bergoglio crea que nosotros podamos creer que el motivo de que no viaje a la Argentina es “porque no está agendado y hay otros compromisos” ¿ y quién fija esos compromisos? ¿Ban Ki Moon?  ¿Alguien puede creer que anhela venir a la Argentina, cuando sus dos predecesores inmediatos tardaron menos de nueve meses en volver a sus Patrias? ¿Alguien puede dudar de que si hubiera ganado el “pastoreable” (SIC) Daniel no estaría ya entre nosotros?  Siempre que puede, recurre al autoritario recurso de imponer al oyente su versión de las cosas, por inverosímil que parezca, agregando al agravio de la falsedad el de insultar la inteligencia (para ser objetivos, reconozcamos que esa misma sensación sentimos cuando Benedicto XVI afirmó que escogió vestirse de blanco después de la renuncia porque no tenía a mano otra cosa).
Como esos desechos de las cocinas de drogas llamados paco o crack, el discurso de Bergoglio es un subproducto de las cocinas seculares de la restricción mental jesuita que se termina convirtiendo en cinismo puro y duro, porque le toma el pelo al interlocutor.
Finalmente, consignamos junto a los fracasos personales y políticos,  las muertes y catástrofes naturales que lo rodean doquiera va. Pero eso son mitos, representaciones metafísicas de una ruina más honda. De Bergoglio El Desgraciado.