Cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras


Hoy sucedieron dos hechos, a mi entender, sumamente graves y que muestran, por un lado el malestar y la bronca del Santo Padre con los cuatro cardenales de las dubia y, por otro, hasta donde está dispuesto a llegar en esta guerra que, me parece, está ya muy cercana y es muy real, y que traerá consecuencias para la Iglesia.
En primer lugar, el Papa dirigió a los miembros de la Curia Romana un discurso en la Sala Clementina. Uno de los párrafos pronunciados dice lo siguiente:
“En este camino [se refiere al camino de la “reforma” emprendido en su pontificado] es normal, incluso saludable, encontrar dificultades que, en el caso de la reforma, se podrían presentar según diferentes tipologías de resistencia: las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes; también están las resistencias maliciosas, que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos). Este último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el acto, el actor y la acción”. 
Ya había dicho en otra ocasión que quienes se oponen a sus reformas eran enfermos, o personas con traumas psicológicos no superados. En esta ocasión repite lo mismo (“mentes deformadas”) y añade algo que, para un católico, es mucho más grave: “están inspirados por el demonio”. Y para que nadie albergue dudas acerca de los destinatarios de estas palabras viperinas, los describe: son aquello que se refugian “en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad,...”, es decir, es el cardenal Burke y sus tres mosqueteros. 
En segundo lugar, hoy fue intervenida por la Santa Sede la Orden de Malta, cuyo patrono es el cardenal Burke. Hacía tiempo que la Orden tenía problemas con su Gran Canciller, el caballero alemán Albrecht Freiherr von Boeselager, de estrechas relaciones con el cardenal von Schönborn y toda la alta clerecía progre. Entre otras cosas, había autorizado a los voluntarios de la Orden que trabajan en África a distribuir preservativos entre la población de ese continente. No hay que ser ultracatólico para darse cuenta que se trataba de una acción que de ningún modo puede ser avalada por una institución que es parte de la Iglesia puesto que contraría sus principios morales. Es así que hace pocos días, el gran maestre de la Orden le pidió la renuncia al Gran Canciller, de acuerdo al reglamento que los rige, y según está detalladamente relatado en la página web. Al resistirse a renunciar, su soberano directo, es decir, el Gran Maestre, lo relevó de su cargo. Por supuesto, los purpurados y encumbrados amigos de von Boeselager se apresuraron a recurrir a Roma donde los oídos pontificios están siempre dispuestos a oírlos. Los medios de comunicación alemanes plantearon la cuestión muy claramente: ¿quién ganaría en el conflicto? ¿Los horrendos conservadores capitaneados por fra’Mathew Festig, el Soberano de la Orden, y por el cardenal Burke, o el Papa Francisco, amigo de la apertura al mundo? La respuesta era obvia. Con una velocidad pocas veces vistas, hoy mismo la Santa Sede declaró una virtual intervención de la Orden de Malta 
Llama la atención esta celeridad y por un caso que es, a todas luces, menor. Es como si el superior general de los jesuitas o de los dominicos depusiera de su puesto a un miembro de su consejo. Por más berrinches que armara el fraile, nada iba a pasar y nadie le iba a hacer caso. Por algo hizo voto de obediencia. 
Llama la atención también que, frente a hechos infinitamente más graves -por ejemplo, los casos de abuso sexual perpetrados por sacerdotes de la congregación fundada por el P. Vicente Próvolo, y que se sucedieron durante décadas con conocimiento de sus superiores-, la Santa Sede no haya tomado una medida de este tipo. ¿Cuántos años tuvieron que pasar, a pesar de las numerosas denuncias realizadas, para que el Vaticano se decidiera a intervenir tímidamente en julio de este año al Instituto del Verbo Encarnado? Resulta evidente la maliciosa intencionalidad que hay detrás de lo sucedido con la Orden de Malta.
Infovaticana considera que se trata de una advertencia del Papa al cardenal Burke. Hay que reconocer que la figura de Burke dentro de la orden es, fundamentalmente, decorativa. El poder real en lo que se refiere a la parte clerical, lo tiene el prelado, y no el Cardenal Patrono. Sin embargo, este último cargo, Cardinalis Patronus, tiene la función de asegurar las relaciones de la Orden con la Santa Sede. Tal como se desprende de los comunicados que se habían emitido, la situación del Gran Canciller degradado se estaba tratando entre el Gran Magisterio de la Orden y la Sant Sede a través de quien es el canal natural de esta relación, el Patrono, es decir, el cardenal Burke. 
Con lo cual tenemos que, frente a los ojos del mundo, el Papa se ha jugado una vez más por las reformas y ha castigado a los endemoniados tradicionalistas, principalmente en la figura de su abanderado, el cardenal Burke. En lo concreto y real, Burke ha sido desconocido por el Vaticano en su función de patronus y, se le ha quitado cualquier autoridad que pudiera tener en la Orden. No sería raro que su próximo destino sea capellán del hospital regional de Malargüe.
No hay que ser conspiracionista ni tampoco muy sagaz para darse cuenta que estamos frente a rumores de guerra o, en lenguaje bélico, las divisiones de los ejércitos enemigos se están movilizando hacia las fronteras. Burke y los otros tres cardenales plantearon con sus dubia la cuestión de modo reservado en el mes de septiembre al Santo Padre. Frente a la falta de respuesta, procedieron al segundo movimiento: publicaron las dubia. Y como, en vez de respuestas, llegaron ataques y burlas por los paniaguados pontificios, lanzaron el ultimatum, según dimos cuenta ayer en este blog: “Si Francisco no responde, los cardenales procederán a realizar una corrección formal al Santo Padre el día de la cátedra de Pedro” (22 de febrero). 

El inolvidable Néstor Kirchner le diría a Bergoglio: “¿Qué te pasa Francisco? ¿Estás nerviosho?”. Ciertamente, el Papa debe estar muy nervioso y malhumorado. Hace poco días el sitio Life Site News comentaba el ambiente de temor y angustia que se vive desde hace un tiempo en la Curia vaticana. Bergoglio sabe que no puede hacer nada más que atacar con prepoteos y empujones -que es lo que está haciendo-, y con su malvada lengua, dando letra a toda la progresía a fin de desprestigiar a los cardenales fieles a la doctrina: son enfermos mentales y están inspirados por Satanás. Pero no puede hacer nada más porque la Verdad no está en él. Todos estos movimientos dan la impresión que son manotones de ahogados y no hacen más que mostrar su debilidad. 


Nota bene: La maldad de Bergoglio es inagotable. Al terminar el discurso en la Sala Clementina, el Papa regaló a los miembros de la Curia Romana el libro Actitudes para curar las enfermedades del alma, del P. Claudio Aquaviva, tercer general de la Compañía, y responsable directo de lo que hoy llamamos jesuitismo, que tanto daño ha hecho a la Iglesia y cuyo fruto más acabado es el actual Sumo Pontífice.