Maranatha

Federico Barocci, La Navidad, 1597. Museo del Prado

Señor de misericordia
marca tu sello en mi frente
por el ángel divisorio
que remonta del Oriente.

Quiero esa túnica blanca
del amor incandescente,
de la Palabra vivida
entre el rumor de la gente.

Blanquear mi carne pesada
en el Cordero Viviente
cuando me hieran las horas
del testimonio valiente.

Llegue Tu aliento de gracia
cuando parezcas ausente;
todo el cielo desplomado
sobre el peñasco creyente.

Se regocije la espera
de Tu venida inminente;
voz martirial que retumba
en la promesa creciente.

Y librándonos del fuego
del altar, incienso ardiente,
nos edifiques moradas
junto al Trono refulgente.

Palmas de triunfo mis manos
callosas, pobre sirviente,
garganta roja y vencida
sobre el brocal de la Fuente.

Los ayes de tres trompetas
resonarán felizmente
y del seno del ocaso
nacerá Tu cruz rompiente.

¡No tarde más Tu venganza
de la tierra indiferente,
Señor del honor invicto,
Sol de justicia naciente!

El poeta