¿Qué leer?


¿Qué leemos? ¿Qué damos a leer a nuestros hijos? 
Son estas preguntas recurrentes cuya respuesta no pareciera demasiado difícil de elaborar: basta con un listado. Sin embargo, no siempre es tan simple, los listados no siempre están a mano y, mucho menos lo suelen estar los libros recomendados.
Aquí les dejo algunas sugerencias -muy pocas-, que seguramente los lectores del blog podrán completar:
1. Lecturas para niños: Se acaba de abrir un blog llamado De libros padres e hijos, cuyo autor es Miguel Sanmartín Fenollera (hermano de la conocida autora). Allí se proponen y discuten los libros que pueden darse a leer a los niños según sus edades.
2. Lecturas para jóvenes y adultos: Nunca está demás insistir en la página Et voilà de Jack Tollers, que sigue actualizando y agregando textos (el último, Retrato de G.K. Chesterton, de Dale Ahlquist).
El blog Exscriptor publica buenos libros, perfectamente editados, y en formato electrónico para ser leído en cualquier dispositivo. Hace ya dos meses que no aparece nada... esperemos que se reactive.
3. Lecturas teológicas y filosóficas: Existe un sito llamado Biblioteca del seminarista. Aunque todos sabemos que los seminaristas suelen tener una más que escuálida, en este caso es bastante completa. Hay de todo: cosas muy buenas y otras muy malas, pero vale la vena darse una vuelta.
El sitio decano es, sin embargo, la gran biblioteca Génesis, mantenida por los rusos, benefactores indiscutibles de la humanidad. Aunque la mayor parte es bibliografía científica y en inglés, es asombroso lo que allí se puede conseguir.
4. Y no nos olvidemos de la música, porque también es importante saber qué podemos escuchar. Lo mejor que conozco es Mare nostrum, con una enorme colección de música e, incluso, breves introducciones y comentarios sobre los temas. Y tenemos también el blog Euouae, aunque hace tiempo que ya no publica.

Y para pregustar, aquí va un breve texto recién traducido por Tollers:



La Virgen de Irlanda

por G.K. Chesterton


Estando en Irlanda hace una punta de años, una vez oí una historia sobre cómo alguien, encontrándose en una zona rocosa del país, se topó con una bellísima mujer portando un niño. Y al preguntarle por su nombre contestó simplemente: “Yo soy la Madre de Dios, y este es Él mismo, y es el niño que todos al fin han de querer.” Nunca olvidé esta historia y hace poco repentinamente se me vino a la memoria, tantos años después. 
Ocurre que estaba buscando una imagen de Nuestra Señora que quería donar para la nueva parroquia de nuestro vecindario, y en una de las más famosas santerías de Londres, se me mostró una variedad de muy bellos y a menudo muy caros ejemplares… Pero, no sé por qué, me sentía un tanto fastidioso, por primera vez en mi vida; y sentía que una imagen en particular era demasiado convencional para ser sincera y aquella otra demasiado primitiva para el gusto popular… y finalmente terminé prosaicamente siguiendo al propietario de la tienda a un piso superior donde había una especie de depósito, lleno de paquetes y cosas parcialmente desempacadas, y me pareció de repente que allí estaba, entre las tablas, el aserrín y la viruta, tal como si estuviese en la carpintería de Nazareth. Dije algo y el propietario contestó de manera casual: “¡Ah, sí!, acabo de desempacarla; ni siquiera he tenido tiempo de inspeccionarla. ¡Viene de Irlanda!”.
Era una campesina y era una reina. Estaba descalza como cualquier niña irlandesa de las colinas; y con todo, no había nada meramente local en su sencillez. Nunca he sabido quien fue el artista y dudo mucho que alguien lo sepa; sólo se que es irlandés, y casi, casi, me da por pensar que debería saber quién es sin que se me lo diga. Sé de un hombre que camina millas y millas desviándose de su camino para visitar una vez más nuestra iglesia en la que está colocada esta imagen. Desde allí nos mira, a través de la iglesia, con una mirada intensa en la que hay algo de eterna juventud; y alguna vez me he sobresaltado, como si de hecho oyese su voz en el vacío: “Yo soy la Madre de Dios y este es Él mismo, y es el niño que al final todos van a querer”.
Tomado de la obra de Dale Ahlquist,
Common Sense 101, Lessons from G.K. Chesterton
2006, Ignatius Press, San Francisco.  
(Tradujo J. Tollers)