Democratismo ilustrado

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El triunfo de Donald Trump, sus escarceos amorosos con Vladimir Putin y la posibilidad real que Marine Le Pen gane las elecciones en Francia, han hecho surgir en el mundo civilizado una suerte de democratismo ilustrado que da mucha risa. Todos somos democráticos y respetuosos de la voluntad popular siempre y cuando el pueblo vote como debe votar. ¿Y cómo debe votar? Tal y como la clase ilustrada piensa. ¿Y quiénes integran la clase ilustrada? Los progresistas.
Este es el razonamiento que siguen impúdicamente, y con más impudicia afirman con gestos adustos y empacados las consecuencias más absurdas de tales postulados: 
  1. “El pueblo que no vota como debe votar, es un pueblo bruto, de pescadores y labradores iletrados, que se dejan engañar por los demagogos”. Estas son las palabras con que los demócratas ilustrados calificaron a los británicos que votaron a favor del Brexit, a los americanos que votaron por Trump, a los húngaros que sostienen a Viktor Orbán, a los polacos que hacen lo propio con Beata Szydło, y a los franceses que votarán a Le Pen. 
  2. Los únicos que tienen derecho a expresarse en los medios de comunicación y las únicas opiniones que deben ser tenidas en cuenta son la de los demócratas ilustrados. Los otros, quienes no pertenecen a esta exclusiva clase dirigente, solamente podrán hablar cuando sus palabras permitan la réplica y la burla de los progresistas. 
  3. A fin de poder distinguir claramente quiénes pertenecen a la clase ilustrada y quiénes son los enemigos de la ilustración, han creado un rótulo para identificarlos: populistas de derecha. Así, quedan perfectamente descalificados a los ojos de los bienpensantes, y asimilados a todos los malvados de la historia: Chávez y Kirchner, entre los modernos, o Hitler y Mussolini, entre los más viejos. 
Francamente, me hace mucha gracia, porque muestra que están nerviosos. 
Lamento no creer demasiado en Trump, en Putin o en Le Pen, pero debo reconocer que prefiero que sean ellos quienes gobiernen el mundo, en vez del demonio de Hillary Clinton o de François Hollande, del mismo modo que prefiero mil veces que Argentina sea gobernada por Macri y no por la caterva de ladrones del peronismo.
Pero hay algo curioso. El progresismo, o democratismo ilustrado, se ha quedado sin líderes globales o, mejor dicho, ha adoptado como líder al que nunca nadie hubiese pensado: al mismísimo Papa Francisco. Es decir, el líder de la retrógrada y siempre odiada Iglesia católica, es el líder de los que siempre odiaron y denostaron a la Iglesia. Y esto no es imaginación mía. Bergoglio fue proclamado urbi et orbi como líder del progresismo global nada menos que por el influyente diario americano Wall Street Journal, el de mayor circulación en Estados Unidos. 
¿Es que cambió la Iglesia para que los inveterados enemigos de Cristo eligiera como capitán de sus huestes al Romano Pontífice? La Iglesia, ciertamente, no cambió. Quién cambió es el Papa. (¡Ni Benson imaginó algo parecido cuando pensó en Felsenburgh!)
Y hagamos un ejercicio contrafáctico: ¿qué ocurriría sin , en vez de tener como Sumo Pontífice a un traidor, tuviéramos un Papa según el corazón de Cristo? Ciertamente, el bien que podría hacer a la humanidad junto a líderes mundiales más propensos a los valores tradicionales, sería enorme. 
Conclusión: Bergoglio es una calamidad y una catástrofe no solamente para la Iglesia, sino para el mundo entero.

Para divertirnos un poco, les dejo dos breves textos de ilustres demócratas ilustrados aparecidos en los últimos días.
David Brooks, columnista del New York Times, el viernes 6 de enero:

“La cosa que más nos preocupa es un cambio en la política exterior americana. Nosotros hemos tenido una misma política exterior compartida por ambos partidos, basada en las instituciones nacidas luego de la Segunda Guerra Mundial, y que cree en un mundo democrático y global, al que Rusia y la Unión Soviética frecuentemente vieron con hostilidad. Y la mayoría de los demócratas y republicanos siempre creyeron básicamente en este orden mundial. Donald Trump y Vladimir Putin, y quizás Marine Le Pen, no están de acuerdo con este estructura básica del mundo. Pareciera que no tiene respeto por las instituciones que fueron creadas luego de la Segunda Guerra Mundial, y prevén una alianza con los otros populistas del mundo, que lucharán contra el Islam y restaurarán algunos de los valores tradicionales”. 

Julio Algarañaz, columnista de Clarín, el domingo 8 de enero: 
“Los descalabros sociales de la globalización produjeron hechos políticos cruciales como la Brexit. la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y el mismo triunfo de Trump en las presidenciales norteamericanas. 
El proceso venía incubándose desde que la crisis de 2008 castigó en especial a los 28 países de la Unión Europea, dominada en el área de los 18 Estados que utilizan la moneda única, el euro, por la dictadura del gigante alemán. La austeridad que produjo medidas rígidas y la oleada de inmigrantes que en 2016 hicieron entrar 503 mil desesperados en el espacio europeo de 540 millones de habitantes, favoreció netamente a los movimientos derechistas en varios países de la UE, que se están convirtiendo en una pesadilla
En dos países, Polonia y Hungria, triunfó la contrarrevolución nacional, que se sintetiza en blindar la soberanía absoluta y en reducir los espacios democráticos. Un economista turco, Dani Rodrik, enseña que la democracia, la soberanía nacional y los capitales globales, no pueden coexistir. “Uno de estos tres componentes debe caer”. 
La Unión Europea enfrenta la peor contestación a sus principios en la campaña que lanzó el polaco Jaroswlaw Kaczynski, líder del partido de Derecho y Justicia, junto con el primer ministro húngaro Viktor Orbán. El momento es pésimo. Además del enorme embrollo que representa la gestión de la traumática salida de Gran Bretaña, la UE enfrenta este año dos pruebas electorales muy difíciles, con la probable victoria de la ultraderecha en Holanda y las buenas posibilidades de Marine Le Pen y su Frente Nacional en Francia. 
En Polonia, Kaczynski, que ha impuesto medidas restrictivas de la libertad, asegura que “hay que reforzar el patriotismo y la identidad nacional”. Reclama que haya una presencia de “más capital polaco en la economía” y naturalmente propone medidas estrictas de clausura a la entrada de inmigrantes refugiados. 
La unificación europea, propuesta como lejana ilusión, es rechazada de plano. Kaczynski le contrapone el “concepto del Estado Nacional” y agrega: “Una unificación cultural de Europa significa degradación y sería peligrosa”. Música celestial para los oídos de Donald Trump”.

¡Pobre Brooks, parece que vuelven los valores tradiciones! ¡Pobre Algarañaz, tiene pesadillas porque está triunfando la contrarevolución!

Se va a poner divertido.