Hasta el gorro de políticos falsos, que durante las campañas electorales besan con profusión calvas de ancianos y estrechan manos de niños (¿o era que besaban calvas de niños y estrechaban manos de ancianos?), y luego cuando se dan la vuelta corren a desinfectarse y a mofarse de sus votantes desde sus salas VIP, fundando cigarros habanos y trasegando botellas de Macallán o de Lagavulín a cargo del contribuyente . El último ha sido el laborista escocés Gordon Brown, que ha sido descubierto (esos micrófonos que uno piensa que están cerrados...) tachando de 'bigoted woman' a una votante, Gillian Duffy, con la que había estado hablando y que se había quejado sobre el gamberrismo de la zona, la deuda del Estado y otros problemas que le preocupaban. Mi indignación ha disminuido un poco cuando me han dicho que 'bigoted woman' no significa "señora bigotuda", sino "mujer intolerante". Pero sigo un poco indignado.
Y permanezco indignado porque está muy extendido entre la clase política eso de ofrecer una cara sonriente en los actos públicos electorales, tutear a los ancianos, palmear espaldas de los obreros y pellizcar mejillas de menesterosos con derecho a voto, y luego, cuando las cámaras se han retirado y los micrófonos se han apagado, exigir el uso de tratamientos protocolarios, que si su ilustrísima, que si su señoría, o más aún, no permitir que se le dirija la palabra.
Y permanezco indignado porque está muy extendido entre la clase política eso de ofrecer una cara sonriente en los actos públicos electorales, tutear a los ancianos, palmear espaldas de los obreros y pellizcar mejillas de menesterosos con derecho a voto, y luego, cuando las cámaras se han retirado y los micrófonos se han apagado, exigir el uso de tratamientos protocolarios, que si su ilustrísima, que si su señoría, o más aún, no permitir que se le dirija la palabra.
Arquetipo de político de doblez es el inefable Napollardón, capaz de no dirigirte la palabra en el ascensor aunque le estés pisando un callo del pie. Claro, que esa situación sería harto extraña, pues según se comenta, en sus desplazamientos por el Palacio de Comunicaciones de Madrid (el castillo de Harry Potter) se hace preceder de un ordenanza tocando un silbato, ante el cual los funcionarios deben desaparecer de su vista.