Cromatismos

Resulta asombroso y digno de un buen estudio científico la reacción brutal y desembozada que han tenido los medios de comunicación progresistas -el 90% de ellos-, frente a la elección de Donald Trump. Es verdad que trabajan bajo el supuesto de que la enorme mayoría de los hombres no piensan, son estúpidos y, en tanto tales, pasibles de ser fácilmente dominados por los formadores de opinión. Y en general, tienen razón. Pero si alejamos el zoom, no solamente causa gracia sino que pasma el modo grosero de la reacción frente a los resultados contrarios a los que daban por descontado.
Clarín, el diario más leído de Argentina, mantuvo durante veinticuatro horas la portada de su página web dedicada, en pantalla entera, al caso Trump, una cobertura similar a la hechos extraordinarios de conmoción mundial. Más aún, colocó a quienes serían los ministros de Trump en una serie de fotografías en blanco y negro y, un poco más abajo, una de Nixon en el mismo formato. Sólo faltaba la de Videla. 
La Nación, el diario conservador por excelencia, publicó en portada cuáles serían las diez primeras medidas que tomaría Trump apenas asumiera el cargo: desde renunciar a los tratados ecologistas hasta encarcelar a los médicos que practicaran abortos. Solamente faltaba decir que decapitaría a la estatua de la Libertad y violaría todas la neoyorkinas menores de veinte años. En resumidas cuentas, un aparato de propaganda idéntico al utilizado por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial para concientizar a los pueblos libres del peligro que significaba el nazismo. Ahora, sólo faltan los dibujos animados de Donald (el Pato, no Trump).
El diario Los Andes, de Mendoza, mantuvo también en portada durante todo el día viernes una nota titulada: "Crece el terror en Estados Unidos", que fue la más leída del día. 
Pero más llamativa aún fue la reacción de los periodistas de opinión, es decir, aquellos que se ubican en la cresta de la profesión; los intelectuales y más formados del gremio. La explicación de la catástrofe fue la misma que usaron cuando el Brexit: los culpables fueron los pobladores blancos, de la América profunda y rural, que viven alejados de los grandes centros poblados (y progresistas). De los ingleses decía que habían sido los granjeros y pescadores blancos. Es decir, los culpables fueron esos seres atrasados y cuasi bestiales que aún existen y que no entienden, o se resisten a entender, hacia donde se dirige ineluctablemente el progreso de la humanidad. 
Silvia Pisani, corresponsal de La Nación, escribía: “Este país amanece a otra cultura política. A una en la que es aceptable decir lo políticamente incorrecto. Insultar a un inmigrante por el hecho de serlo. En la que es aceptable elogiar a un autócrata, como Vladimir Putin, o cambiar las reglas de un tratado internacional”. Es decir, la mayoría  popular que siempre tiene razón y convalida el culto a la diosa democracia, está vez se equivocó por culpa de los palurdos rurales, y blancos. 
Julio Algañaraz, de Clarín, decía: “Era un mensaje demagógico del viejo patrón inmobiliario, a los alicaídos laburantes y otros blancos más o menos pobres, excluidos del banquete del supercapitalismo concentrado, que pierden trabajos sin remedio, capacidad de consumo...”. Nuevamente, los culpables fueron los abombados trabajadores blancos que, como brutos que son, se dejaron engañar por los que les decía Donald, en vez de guiarse por lo que les decían ellos, los periodistas. 
Yo me pregunto qué pasaría si, en vez de haber sido blancos los votantes, hubiesen sido negros. O si algún periodista progre se animaría escribir lo análogo al texto de Algañaraz y los de su especie, pero de signo contrario. Por ejemplo: “El triunfo de Verónica Magario como intendente del partido de La Matanza sólo puede explicarse por el voto de los miles de morochos, vagos, dedicados al alcohol y la droga, que vieron en ella el modo de escaparle al trabajo y a seguir viviendo del Estado”. Sería impensable.
El sábado, otro importante periodista de opinión de Clarín, Marcelo Cantón, publicó una columna titulada "Ojo con el Trump que todos llevamos dentro". No hace falta decir todos los lugares comunes progres que expone en esa nota que sirve para advertirnos a los argentinos que debemos ser cautelosos porque también nosotros tenemos ciertas manchas que hacen pensar en la plaga trumpiana. Lo interesante del caso, es que todos los comentarios que recibió la nota, y fueron muchos, repudiaron duramente al periodista y apoyaron las posturas "xenófobas" y "ultraconservadoras" de los Trumps locales. En una de ellas, muy reveladora, le decían directamente que su columna no era más que la reacción del periodismo progre que había perdido las elecciones. Aunque soy el más escéptico de todos en este asunto, debo reconocer que los hechos parecieran indicar que estamos, efectivamente, ante un cambio de época. 
Pero, con el triunfo de Trump se ha revelado una patología del progresismo, de índole cromática: distingue solamente el color negro, o pardo, o morocho; el color blanco les produce una reacción negativa y altera sus estados emocionales.
Sin embargo, algunos tradicionalistas poseen también esa misma patología, pero al revés: creen que todos los blancos son realmente blancos, y no teñidos como Trump. Porque increíblemente, el día de su triunfo, fui bombardeado por mensajes de todo tipo, de gente amiga y buena que, literalmente decía: “Dios lo quiso. En contra del sistema, ganó Donald Trump”. Deus lo vult
A ver: estamos hablando de Donald Trump, un personaje tan lascivo como Macri y tan vulgar como Cristina Kirchner. ¿Es que alguien puede creer que con Trump se dará inicio a la nueva cruzada, siendo él el hodierno Godofredo de Bouillon? ¿Es Juana de Arco en versión masculina? ¡Por favor! Un poco de objetividad.
Que haya ganado Trump es positivo sencillamente porque no ganó Hillary Clinton que es, creo yo, una mujer satánica. Basta ver sus declaraciones y su programa de trabajo que ya había anticipado en 2013. Es positivo también porque seguramente tendrá una agenda pro-vida y porque está rodeado de católicos, al menos más y mejores de los que estaban con los Clinton. Es bueno porque, junto a los otros hechos ocurridos durante el año, demuestra que estamos asistiendo a un cambio político global, que resultará contagioso; es positivo porque, sorprendentemente, la misma herramienta -el voto popular- por la que a los mass media les sirvió para instalar la progresía durante décadas, sirvió ahora para correrla; es positivo porque termina de demostrar que los medios de comunicación han perdido gran parte de su poder merced a la inmanejable globalización de la información que ha provocado Internet; y es positivo también porque muchos amigos y yo, hemos gozado como hacía mucho no lo hacíamos viendo las rabietas y ataques de pánico que sufría el enemigo. 
Pero de allí a pensar que Donal Trump (¡Donald Trump!) sea el paladín de la restauración del Occidente Cristiano y el nuevo katejon que nos manda la Providencia, hay un gran salto, el cual puede ser salvado solamente por aquellos que, en última instancia, siguen esperando un reinado temporal de Cristo, es decir, siguen empeñados en el paraíso en la tierra.


Escolio: Yo que Macri, ya habría echado a Susana Malcorra de la Cancillería, porque estimo que habrá sido ella quien, cumpliendo su rol, le aconsejó jugarse tan abiertamente por Hillary. De un presidente se espera que no sea tan pasmado, y de un canciller que sepa olfatear, y de un embajador -Martín Lousteau- que no abra la boca. Un desastre.