El Santo Sacrificio (y la luterofilia)

por Jack Tollers


Estimado Wanderer: 
Estoy traduciendo un libro de Hugh Ross Williamson sobre el Canon Romano y de entrada nomás me topé con una cita que hace de su amigo, el famoso monje benedictino anglicano Gregory Dix. Pensé adelantarle la cita esta, ahora que el Papanata se dirigió a Suecia para decir en altavoz que ser luterano o católico ”segual”.
Aquí la cita de dom Dix, referida al mandato de Cristo a sus discípulos de comer su Cuerpo y beber su Sangre hasta el fin de los tiempos:  

“¿Alguna vez hubo otro mandato que se obedeciera así, de tal manera? Siglo tras siglo, expandiéndose lentamente a lo largo y a lo ancho del mundo, en todos los continentes, país tras país, incluyendo todas las razas de la tierra, en todas partes se ha repetido esta acción en las circunstancias humanas más diversas, en toda clase de situaciones desde la más pequeña infancia hasta en los casos de la más prolongada vejez; e incluso después de eso se ha repetido esta acción: desde las más encumbradas circunstancias de magnificencia terrenal, hasta en los refugios de los fugitivos escondidos en la cuevas de las montañas. 
A los hombres no se les ha ocurrido nada mejor que repetir esta acción en el caso de la coronación de los reyes y en el caso de los criminales condenados a morir en el cadalso; para celebrar el triunfo de un ejército o por una pareja de novios casándose en una pequeña iglesia rural; en ocasión de la proclamación de un dogma o para agradecer una buena cosecha de trigo; suplicando sabiduría para el parlamento de una gran nación o en el caso de una anciana asustada ante la muerte; para un alumno de colegio a punto de dar examen o para Cristóbal Colón antes de iniciar su viaje que culminaría con el descubrimiento de América; por razón de la hambruna en regiones enteras o por el alma de un difunto muy querido; como acción de gracias porque mi padre no falleció de neumonía; para que Dios ilumine al cacique últimamente tentado de volver a sus fetiches paganos porque las batatas han fallado; porque el Turco está a las puertas de Viena; para que se arrepienta Margarita; para que se arregle una huelga; para que aquella mujer hasta ahora estéril quede embarazada; por el capitán fulano de tal, herido y ahora prisionero de guerra; mientras los leones rugían en un anfiteatro cercano; en las playas de Dunquerque; mientras se filtra el rumor de las guadañas cortando los pastos del mes de junio a través de los vitrales de la parroquia; temblorosamente, de parte de un viejo monje en el quincuagésimo aniversario de sus votos; furtivamente, por un obispo exiliado que había estado picando leña durante todo el día en el campo de prisioneros cerca de Murmansk; majestuosamente, para la Canonización de Santa Juana de Arco—uno podría llenar innumerables páginas asentando las razones por las que los hombres han hecho esto una y otra vez y así y todo no alcanzar a mencionar ni el uno por ciento de todos los casos. Y lo mejor de todo es que , semana tras semana, mes tras mes, durante cien mil sucesivos domingos, fielmente, infaliblemente, en todas las parroquias de la cristiandad, los pastores han hecho esto solamente por la santificación de la plebs sancta Dei—de la gente del común, el pueblo santo de Dios.”
Dom Gregory Dix
The Shape of Liturgy