Zoom

Lucardo me pregunta en uno de los comentarios del post anterior qué ha ocurrido ya que pareciera que estoy cambiando de opinión en las tres últimas entradas del blog, sobre Bergoglio y su pontificado. Y tiene toda la razón para preguntarlo.
Conviene aclarar entonces, que no he cambiado de opinión y que sigo considerando al Papa Francisco y a su pontificado tal como lo consideré el primer día: una catástrofe para la Iglesia y causante de grandes males. Más aún, si es que aún queda historia, este será recordado como uno de los papados más oscuros y tristes, tal como consideramos ahora a los papas de los llamados "siglos de hierro".
Las reflexiones de la semana pasada son nada más que un intento de ejercer la prudencia tal como nos enseña Santo Tomás. Y esta virtud cuenta con varias partes integrales o virtudes derivadas. Y he intentado aplicar dos de ellas: 
Memoria de lo pasado, es decir, recordar lo que fueron los pontificados anteriores. Si se quiere, alejar el zoom o bien, no enfocarse en analizar cada una de las arrugas de la flor de la papa y tratar de explorar un poco el tubérculo. En mi caso, guardo muy pocos recuerdos de Pablo VI y de su pontificado, pero guardo muchos del larguísimo periodo de Juan Pablo II. Lo que nos ha ocurrido fue que Benedicto XVI, con su figura, sus palabras, sus gestos y sus decisiones, tendió una suerte de niebla sobre los horrores que vivimos en el pasado, y casi nos olvidamos de ellos.
Si lex orandi, lex credendi, entonces en el papado de Ratzinger comenzó una restauración litúrgica que, poco a poco, hubiese llevado a una restauración doctrinal. Por el contrario, los papados de Montini y de Wojtila, aunque sus documentos no ofrecieran grietas doctrinales, su liturgia -la lex orandi-, era una claro indicio que la lex credendi se caía a pedazos. Y, en todo caso, esos documentos rebosantes de ortodoxia no hacían más que enmascarar la realidad. Por más Humanae vitae, la mayoría de los sacerdotes católicos seguía absolviendo a las mujeres que usaban anticonceptivos, y que aún se confesaban de ello. Por más Familiaris consortio, la mayoría de los sacerdotes católicos seguía dando la comunión a los recasados. El papado de Francisco no es más que un sinceramiento de la situación. 
Inteligencia de lo presente, es decir, ver las cosas tal como son, en su más cruda realidad para, de esa manera, tomar las decisiones más acertadas. Y lo que hemos visto en la realidad de los últimos meses, es que los conatos de resistencia frontal a Bergoglio han fracasado rotundamente. Lo que me pregunto, entonces, es si desde el punto estrictamente prudencial y estratégico, conviene meterse en tales reyertas para terminar perdiendo la partida y, lo que es mucho peor, arruinando otras posibilidades y otros triunfos que se alcanzarían sin estridencias. 

La prudencia es un juicio práctico sobre una realidad concreta, y el juicio es personal. Por tanto, puedo equivocarme en este análisis.
De lo que tengo certeza y sobre lo que no temo equivocarme es sobre el enorme daño que Bergoglio le está causando a la Iglesia y sobre la maldad superlativa de este personaje.