Consistorio


Nos tomamos varios días de descanso: dos semanas sin hablar del papa Francisco. Durante estos días, el Santo Padre no solamente canonizó al Cura Brochero y a Sor Isabel de la Trinidad, recibió al presidente Macri (que le llevó de regalo una trampa para cazar zorros, comadrejas y otros tipo de alimañas, de esas que abundan en las guaridas vaticanas) sino que también anunció un Consistorio. Es decir, Bergoglio se hace fecundo en diecisiete nuevos cardenales, de los cuales trece serán electores de sus sucesor.
La novedad, según la han reportado los medios de prensa, es la universalidad de la Iglesia manifestada en la variedad de purpurados, muchos de los cuales representan a países que nunca tuvieron cardenales. Y así, tenemos un cardenal de la República Centroafricana, otro de Papúa, otro de Dhaka y otro de las Islas Mauricio por ejemplo. 
Se trata, por cierto, de una nota de color; un nuevo garabato de los que gusta diseñar el Papa, como niño que pintarrajea un cuaderno aunque, por cierto, en todo esto hay gato encerrado. Estos pintorescos cardenales de lugares remotos, en la realidad del cónclave -que es lo importante-, son cardenales de adorno. A la hora de votar, ellos votarán al que les indique el bwana  o el huinca, a no ser que algún africano corajudo se les retobe como pasó el sínodo. Por eso, resulta más interesante correr el velo de quiénes son los verdaderos cerebros que recibirán el capelo el mes próximo. 
Destaca, por supuesto, Mons. Blase Cupich, arzobispo de Chicago, líder indiscutido del progresismo americano. Una especie de Bergoglio yankee, que se opone, por ejemplo, a la guerra cultural que promueven las organizaciones pro-vida o anti-gay. Ya conocemos la monserga: no hay que hablar negativamente; el mundo ya sabe que estamos en contra del aborto y de las prácticas homosexuales (?), pero no lo digamos. Seamos positivos. Hablemos de lo que nos une y no de lo que nos separa. Y así, no se unió a la mayoría de obispos americanos que en 2004 advirtieron que la Sagrada Comunión no podía ser recibida por los políticos que favorecieran el aborto, y dos años más tarde, con su actitud de favorecer el diálogo “civilizado” terminó impidiendo que en Dakota del Sur se prohibiera el aborto. En el plano litúrgico es un acérrimo defensor de todas las reformas del Vaticano II e, incluso, prohibió en 2002 la celebración de la liturgia tradicional. Finalmente, no es un dato menor que haya sido el sucesor en la sede del cardenal Francis George, caracterizado por ser lo opuesto a Cupich: firme en la defensa de la doctrina de la Iglesia y favorable a la liturgia tradicional.
Mons. Josef De Kesel, arzobispo de Malinas-Bruselas, es otro de los cardenales. Se trata del protegido y mano derecha del anciano cardenal Daneels, uno de los progresistas más furibundos de Europa, encubridor de sacerdotes pedófilos y activo participante de la reunión de Saint-Gall donde se decidió la elección de Bergoglio, según él mismo declaró. Totalmente alineado con la teología de Kasper, De Kesel es favorable, entre otras cosas, a que los re-casados puedan recibir la comunión. Hace pocos meses se pronunció por la conveniencia de la abolición del celibato obligatorio para el clero latino. Y sumó otra declaración: “Soy muy respetuoso de los gays y de su modo de vivir la sexualidad”. Un dato a tener en cuenta es que sucedió en la sede a Mons. André-Joseph Leonard, un obispo conservador, de la línea teológica de Benedicto XVI, que había establecido como prioridad de su arquidiócesis, cuando asumió, las vocaciones y la liturgia. Fue, por cierto, ninguneado por Francisco y su renuncia aceptada casi de inmediato. 
Mons. Kevin Farrell, americano y ex-Legionario de Cristo, es el prefecto del nuevo dicasterio para los laicos. No es progresista, sino que es un neocon juanpablista de la peor especie. Y como muestra basta un botón: hace pocos días, en una entrevista, cuando se le preguntó acerca de la confusión producida por el documento pontificio Los amores de Leticia, Farrell aseguró que el Papa ya lo había explicado todo, y lo decía en referencia a la carta que Bergoglio envió a los obispos de Buenos Aires hace algunas semanas y que reprodujimos, en primicia, en este blog. Y agregó Farrell que en esa exhortación apostólica “habló el Espíritu Santo”. Un disparate completo. Parece el lenguaraz del brujo de la tribu que asegura a los atemorizados súbditos que quien habla por boca del chamán es el mismo dios tribal. Me pregunto qué dirá cuando se encuentre con el cardenal Burke, que asegura que el tal documento no forma parte del magisterio de la Iglesia. 

En fin, podríamos seguir. Es cuestión de googlear los nombres. Claramente, Bergoglio se está asegurando que su progenie sea a su imagen y semejanza. Como ya dijimos, y repetimos, lo peor no es Bergoglio sino el post-Bergoglio.

amigos pasenla bien















Yobailopogo! 
-010001000100-

encontré un alfiler en el pajar, clavado en mis pasos, nunca podré escapar.

 










Yobailopogo! 
-por fin se termino este mes horrible-

Como anillo al dedo

La muerte del cura Viroche le vino a Francisco como anillo al dedo. Tal como informa Ámbito Financiero, sería esa la excusa para misericrodiar a Mons. Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán, siete años antes de lo debido. 
El caso de la muerte del padre Viroche se parece a las muertes del padre Metri. Es todo bastante confuso. Toda la evidencia forense, en un primer momento, indicaba que se había suicidado ahorcándose frente al sagrario y vestido con una camiseta con la foto del Ché Guevara. Se sabe, por otro lado, que su vida sacerdotal no era del todo virtuosa y se sabe también que habría hecho algunas denuncias contra el narcotráfico. De allí muchos concluyen que lo mataron los narcos. Mons. Zecca, guiándose como corresponde por los informes forenses que unánimemente indican la hipótesis del suicidio, se inclinó por esta posibilidad frente a su clero, y allí saltó la chispa. 
Sabido es que al ex-rector de la UCA nunca fue bien recibido por buena parte de los curas tucumanos. Si bien en esa arquidiócesis hay buenos sacerdotes y excelentes frailes, buena parte del clero apesta a oveja, lo que constituye las delicias odoríferas del Santo Padre.
Sabido es también que, durante la gestión de Zecca en el rectorado de la Pontificia Universidad Católica Argentina, tuvo más de un conflicto con el entonces arzobispo de Buenos Aires, el entonces cardenal Bergoglio. Para decirlo brevemente, es públicamente sabido que se detestan mutuamente. 
Y también se sabe de los esfuerzos descomunales que hizo Bergoglio para sacárselo de encima e influyendo sobre la curia romana para que fuera elegido obispo de San Luis luego de la renuncia de Mons. Lona. De esa manera, no solamente se sacaba a un pelmazo de encima, sino que aquietaba una diócesis indómita (allí, por ejemplo, no está permitido (o no estaba) dar la comunión en la mano) desde los tiempos de Mons. Laise. Pero la jugada la falló. Zecca se quedó en Buenos Aires y a San Luis fue Mons. Pedro Martínez, por quien el Papa Francisco profesa un particular desprecio.
Y Bergoglio es hombre de cobrarse todas las ofensas. Muchos coincidían en que el arzobispo de Tucumán estaba en la lista de misericordiables y que solamente faltaba la ocasión. Es exactamente lo mismo que hizo Francisco con Mons. Livieres, que dio el motivo con sus declaraciones sobre las preferencias sexuales del arzobispo de Asunción, y con Mons. Sarlinga, que tuvo un informe financiero negativo. Zecca, en cambio, tuvo un suicidio clerical. Eso indica que es un mal pastor y que no estuvo atento a los problemas de uno de sus sacerdotes. Merece, entonces, el destierro.
Lo peor es que el sucesor sería nada menos que il cocolato, el chupamedias de Bergoglio, es decir, Mons. Tucho Fernández. 
¡Pobre Tucumán y pobres tucumanos! Tan buena gente que son, y la que tendrán que padecer. 

Por qué celebrar la misa "ad orientem"



La semana pasada discutimos abundantemente sobre la liturgia católica y la ruina del rito romano causada por el Concilio Vaticano II. ¿Qué hacer? El espacio de maniobra es muy pequeño: sabemos quién es el Papa y sabemos, sobre todo, quiénes son los obispos.
Sin embargo, no hay que olvidar que el cardenal Sarah, máximo responsable del culto católico romano, recomendó hace unos meses a los sacerdotes que volvieran a celebrar la misa ad orientem
Jack Tollers subtituló este breve vídeo sobre el tema, recomendable para hacerlo circular. Va a venir bien a los sacerdotes, frailes y monjes que todavía guardan alguna excusa para excusarse del cambio.
"Al obispo no le gustará". Pues seguramente que no le va gustar, pero sí le gusta al cardenal Sarah y, más importante todavía, le gusta a Dios.
"Los fieles se escandalizarán". Si los fieles no se escandalizan de las cosas que ven y escuchan en las misas "normales", no puedo entender porqué deberían escandalizarse si el cura hace lo que la Iglesia hizo durante siglos. Y, en todo caso, siempre tienen la posibilidad de una catequesis previa.
En definitiva, queridos curas, frailes y monjes, anímense. No tengan miedo. Nosotros, sus fieles laicos, se lo estamos suplicando. ¡Al menos algún consuelo en esta tierra agostada!

es momento de que estemos juntos


















Yobailopogo! 
-Tengo de misión la liberación,
salgo de mi cuerpo a otra dimensión,
desintegración,
puse mi ADN en tu imaginación-