A midsummer’s nigthmare


Anoche soñé lo siguiente: que llegaba diciembre, con Bergoglio con 80 años cumplidos.  Que éste, advirtiendo que su ciclo estaba agotado, que había disparado todas las bengalas de pólvora trucha que le quedaban, que se repetía como Bill Murray en El Día de la Marmota, anunciaba en un latín macarrónico que renunciaba al trono de Pedro pero no a la lucha, convirtiéndose en el Segundo Papa Emérito Viviente. Pero que declinaba el honor de vivir junto al Abuelo: él era un Pastor, no un intelectual de gabinete.
Que preparaba minuciosamente su sucesión, quizás ungiendo a un prelado de lengua germánica y noble apellido.
Que volvía a su país y a su barrio, para continuar caminando juntos en la Argentina, como su obispo emérito y popular. Que venían días difíciles para la Patria Grande, y que su lugar estaba junto al pueblo, agredido por el imperialismo y el poder de las finanzas. Que no quería más honores que los de un cura de barrio que pudiera predicar todos los domingos sus sermones y recorrer los barrios con sus zapatos gastados. Y que convocaba a un gran Frente Ciudadano para que todos los argentinos pudiéramos comer en la misma mesa y dormir en la misma cama.

Me desperté temblando, mientras una ola de alivio me inundaba. Era una pesadilla. Macri piensa lo mismo.

Ludovicus