Flor de papa


Decía Muriel Spark que las mentiras son como moscas que vuelan de aquí para allá, chupando la sangre del cerebro de las personas en las que se posan. La crítica continua y desasosegada a Bergoglio  puede someternos a ese mismo tipo de insectos.  No estoy sufriendo el síndrome de Estocolmo ni de cualquier otra ciudad sueca. Estoy pensando, sencillamente.
Como bien decía un comentarista, centrarnos en la crítica encarnizada a Bergoglio, nos hace perder la perspectiva. O bien, hace que nos concentremos en la flor blanca de la papa y nos olvidemos que, en realidad, lo más peligroso e importante es el tubérculo que está enterrado y no vemos. No digo que debamos quedarnos callados frente a la vulgaridad de la flor de la patata, pero no vale la pena que comencemos todos los meses una batalla planetaria para erradicarla. Es cuestión de tener un poco de paciencia. El sol la agostorá a su tiempo, que será más temprano que tarde, o bien, algunas otras plantas voraces terminarán por abrazarla. (Al respecto, apareció ayer una nota en The Times de Londres, en la que Philip Willan, corresponsal en Roma, afirma que muchos de los cardinales que votaron a Bergoglio, así como toda la Curia, están tomando distancia de él y quieren persuadirlo para que se retire y así evitar un posible cisma. Un miembro de la Curia que cita el Times sin dar su nombre dice que aunque el malestar existe, no cree que sea posible presionar a esta Papa [¿pero al anterior sí?], debido a su carácter autoritario hasta que no complete las reformas revolucionarias que tienen en carpeta, y que -según esta fuente- están causando un daño enorme).
Repasemos las dos asonadas más importantes de los últimos meses contra la blanca flor de la papa:
1. Los Cuatro Mosqueteros con sus dubia. No pasó (ni pasará) nada. Todo quedó en aguas de borrajas. Bergoglio no se dignó responder, y ciertamente no lo hará. Para lo que sirvió el batifondo que se armó fue para encender la hoguera para el cardenal Burke y para que muchos obispos que discretamente habrían prohibido la comunión a los recasados en sus diócesis, hoy anden a tientas y con sus propias dudas, a fin de no quedar pegados con el grupo de cardenales preguntones y rebeldes. Ya sabemos que la valentía no es una característica episcopal, y muchos están temerosos a oponerse y jugarse por la doctrina del Evangelio sencillamente porque temen ser misericordiados.
2. La gallarda declaración de guerra de los caballeros de la Orden de Malta. No pasó de ser una bravata que terminó en un paso de comedia: el Gran Maestre renunciando al primer grito de Bergoglio. Lo que se obtuvo como resultado fue la incineración total del cardenal Burke, que ya no servirá ni para usar la cauda púrpura y el desmantelamiento de la Orden de Malta. Me juego a que durante el periodo de “normalización” en el que se encuentra, cambiarán los estatutos a fin de eliminar la exigencia de que el Gran Maestre sea un caballero de justicia, con lo cual la Orden dejará de ser religiosa, y pasará a ser la competencia de la Cruz Roja.
Me auguro que el último disparate que se está proponiendo - el pedido de dimisión de Mons. Paglia y Mons. Sánchez Sorondo- terminará de la misma manera, o peor. A quién se le puede ocurrir que Bergoglio -¡nada menos que Bergoglio!- se dejará presionar por el pedido de quinientos fieles y tres asociaciones. Se matará de la risa mientras toma mate con Tucho Fernández. Por supuesto que a Paglia y, sobre todo a Sánchez Sorondo, habría que mandarlos de confesores a algún carmelo de la zona más inhóspita de África, pero el modo no es pidiendo a los gritos su dimisión encaramados en un atalaya medieval. ¿Qué se pretende lograr con eso? ¿El éxito del pedido? ¿O más bien un protagonismo altisonante?
Una vez más: Bergoglio no es más que la blanca flor de la papa. El problema no es él. El problema es el tubérculo que está debajo. Dicho de otro modo, Bergoglio es la exposición vergonzosa de la realidad de la Iglesia Católica, y me parece saludable que salga a la luz. Mientras el pus está escondido y no se manifiesta, la infección continúa su camino devastador. Pablo VI y Juan Pablo II, con documentos más o menos ortodoxos y con gestos más o menos elegantes, cubrían la podredumbre que había debajo. Francisco la muestra casi con orgullo en cada una de sus palabras y de sus actitudes. Recuerda al “día del villero” institucionalizado los kirchneristas: “Soy villero, y qué”. 
Es por eso que el pontificado de Francisco puede ser la oportunidad de una verdadera renovación católica de la Iglesia. Si es que aún queda historia (como acotan varios comentaristas, puede que estemos ya en el final), quien lo suceda tendrá la oportunidad de construir de nuevo lo que comenzó a agrietarse en Trento, a desmoronarse desde hace al menos un siglo y medio y terminó de derrumbarse en los ’60, durante el fatídico Concilio. La condición es atacar la papa y no entretenernos en cortar la flor. 

El mito de Sísifo (1942)


El mito de Sísifo - Albert Camus (1942)


 Albert Camus nos entrega este ensayo en el que nos afirma que la vida es absurda pero no por ello no tenemos que vivirla, disfrutarla y gozarla, encontarle el modo, si la vida no tiene sentido, disfrutemos del camino más allá de la meta o el más allá, increible libro, les dejo el índice, mi parte favorita y el pdf para que pongan en los comentarios que les parecio o el pretexto para no leerlo, yo voy a seguir leyendo.






Yobailopogo! 
-Así como a mi me lo dedico Sam
yo les deseo que ustedes tambien encuentren su propia piedra-

Cuando pase el vendaval

Propongo una reflexión ulterior al post publicado el día de la Cátedra de San Pedro en Antioquía. Y parto de una realidad que cada vez se hace más evidente: todo el ámbito católico está harto de Francisco. Algunos lo expresan más, otros menos y otros se callan la boca, pero ya pocos lo soportan. Ni tradicionalistas, ni conservadores ni progresistas están contentos. Hasta pareciera que la misma prensa progre se está cansando de sus discursos vacíos: ellos querían más que palabras, y son palabras, y muy gastadas, lo único que Francisco les ha dado hasta ahora. Los únicos que nominalmente siguen con entusiasmo su divergente camino son los irremediables neocones eclesiales. Y para muestra basta un botón: lean la demencial carta que emitió hace algunos días el fundador de Fasta. 
Si acierto en este diagnóstico, lo que sucederá cuando el papa argentino ya no se siente más en el solio de San Pedro, es decir, cuando pase el vendaval, es que todos, rápidamente, se olvidarán de él y de este periodo oscuro y desatinado, y volverán... ¿dónde? Porque esa es, en definitiva, la cuestión.  El postfrancisco, cuando nadie dudará que Bergoglio fue la supuración más hedionda de una infección que corroe a la Iglesia desde hace décadas y, por eso mismo, pasado su pontificado, sería la ocasión propicia para reiniciar, hacer borrón y cuenta nueva y deshacernos del pus que infecta muchos rincones de la Esposa de Cristo. 
Pero aquí está el primer peligro a evitar: creer que el papa Francisco es el mismísimo demonio y que todo lo que hace, lo hace buscando el mal de la Iglesia. En realidad, mal que nos pese a muchos -y a mi el primero-, la crítica que él hace del mundo liberal y consumista hace rato que queríamos escucharla pero, viniendo de quien viene, ni siquiera hacemos el esfuerzo de escucharla. ¿No será que se nos va la mano y que, con el afán de pegarle, no distinguimos los garrotes que utilizamos? Abundando en lo que dije en el post anterior, ¿no será que nos olvidamos de lo que pasó hace algunos años y concentramos el mal solamente en los últimos cuatro? Y permítanme un par de ejemplos: todos -yo incluido- pusimos el grito en el cielo cuando Bergoglio recibió a la casquivana Wanda Nara y a su concubino. Pero nos olvidamos que Juan Pablo II recibió a Brigitte Bardot quien, ganándole a la Samaritana, ha tenido diecisiete parejas reconocidas, quien no quiso conocer a su hijo apenas nacido porque - aseguró-, no podía superar los “nueve meses de infierno” que el bebé le había hecho vivir y es aún hoy una entusiasta militante pro-aborto. ¡Nada menos que el Papa defensor de la familia recibía a semejante personaje! 

La semana pasada, algunas gatúbelas acróbatas de un circo hicieron algunos de sus osados números artísticos delante del Santo Padre durante la audiencia general de los miércoles. ¡Escándalos! ¡Vestiduras rasgadas! ¡El Papa se deleitaba en contorsionistas casi pornográficas! Parecería que nadie recuerda las misas con danzarinas señoritas presidía Juan Pablo II en la mismísima basílica de San Pedro, y algunas de ellas con partes de sus vergüenzas al aire. 
¿No seremos un poco injustos, entonces, con Francisco? El mal viene desde mucho, mucho atrás, y necesitamos una limpieza a fondo que no se reducirá al llamado que más pronto que tarde le hará al Papa el Padre Eterno. 
Vuelvo a plantear el tema: ¿qué pasará cuando Bergoglio ya no esté? Los unos querrán volver a los ’50: que todo sea igual a como estaba en esa década, la última esplendente según ellos, cuando los Papas eran casi una semidivinidad hipostasiada. Los otros querrán volver a los ’80, con un papado carismático y arrasador como el de Juan Pablo II, con un triunfalismo manifestado en las enormes multitudes que lo seguían. En mi opinión, ambos están equivocados, y cualquiera de las dos opciones que se tomara, no significaría más que haber soportado el vendaval en vano. En pocas palabras, es la oportunidad para una verdadera reforma de la Iglesia. 
No estoy hablando aquí de una nueva Contrareforma, o Recontrareforma. Ya tuvimos suficiente con la original que nos trajo casi tantos males como los que nos evitó, un tema que ya hemos tratado aquí y aquí, por ejemplo, y sobre el que no insistiremos. No podemos volver a la religión surgida de Trento, descalificando al cristianismo anterior como forma poco evolucionadas de la fe y como periodos de “doctrina poco segura”. Es una desconfianza que se observa en algunos tradicionalistas y es con la que tratan a todos aquellos a los que se les ocurre mirar un poco más atrás del siglo XVI, y es por eso también que se resisten a estudiar o a leer siquiera a los Padres de la Iglesia, y se sienten cómodos en cambio con la manualística tomista decadente de la primera mitad del siglo XX. 
¿En qué consistiría esa reforma entonces? Es mi opinión que, en términos generales, debería encaminarse por el sendero que pretendió transitarla el papa Benedicto XVI, y no pudo. No lo dejaron, o no se rodeó de la gente adecuada, o no tuvo la sagacidad política suficiente. O todo eso junto. Y señalo aquí dos aspectos fundamentales que, a mi entender, deberá tener esa reforma:
Debería comenzar, necesariamente, por una reforma litúrgica. Como antológicamente dijo Ludovicus hace años, “Es la liturgia, estúpido”. Porque si la Iglesia es la Esposa de Cristo y el medio universal de salvación, necesariamente debe estar centrada en el culto a Dios. O, dicho al revés, el culto a Dios debe ser central en la Iglesia. Yo todos sabemos que la reforma ejecutada por Pablo VI a una liturgia de más de 1500 años, fue en realidad una “revolución litúrgica”: el culto dejó de estar centrado en Dios para centrarse en el hombre. Mientras la Iglesia no regrese en su liturgia a la adoración a Dios y a la celebración de su gloria, la Iglesia no será otra cosa más que una ONG gigantesca y sofisticada. Y para hacer una reforma litúrgica no necesitamos eruditos como los que contrató el Papa Montini: basta con retomar los misales anteriores a la reforma de Pío XII -que fue quien comenzó con el estropicio, no lo olvidemos-, los que se encuentran en cualquier biblioteca conventual. 
El segundo punto será poner al papado en su lugar. Muchos de los males que hoy padecemos se deben a la hipertrofia del papado romano, que comenzó en el segundo milenio y se tornó una mortal macrocefalia durante el pontificado de Pío IX, patología que fue incrementándose con el correr de los años hasta que llegar al disparate actual en el que pareciera que todos los papas, por el hecho de ser tales, son santos y canonizados, y se convierte en crimen de lesa santidad animarse a criticarlos,  aunque en esto rigen matices: los unos critican a San Pío X por su rigor con los modernistas pero se horrorizan frente a la más mínima crítica a Juan Pablo II; los otros, critican a Juan Pablo II pero declaran la guerra contra quien se anima a expresar una opinión negativa sobre algún aspecto del pontificado de San Pío X. 

El Papado tal como lo conocemos ahora no pertenece a la Tradición de la Iglesia. El Papa no es la cuarta persona de la Santísima Trinidad, no es equiparable a los santos ni es uno de los tres “amores blancos” de San Juan Bosco, junto con la Eucaristía y la Santísima Virgen. El Papa es el obispo de Roma y, como tal, tiene el primado sobre todos los obispos del mundo y constituye el tribunal de última apelación en lo que hace a la interpretación de los misterios de la fe católica.
“Securus iudicat orbis terrarum”, decía San Agustín . “Es seguro el juicio del universo”. Y escribía Newman al respecto: “... El juicio deliberado, sobre el cual la Iglesia finalmente descansa y consiente, es una prescripción infalible y una sentencia final contra las partes que de ella protestan y se separan”. Es esa la función de Pedro y sus sucesores: definir, cuando llega el caso, los conflictos en la interpretación de la fe. Y no es, en cambio, pasearse entre el aplauso y vítores de las multitudes, aparecer en las revistas de modas, recibir a personajes del espectáculo o hablar y perorar diariamente sobre cualquier cosa que se le pasa por la cabeza. Y tampoco es función de los sacerdotes y obispos de la Iglesia citar más al Papa que a los Evangelios o los escritos de los santos en sus homilías, ni es función de los laicos colgar “estampitas” del Papa en la casa.
En pocas palabras, que el vendaval no nos nuble los ojos y terminemos tan extraviados que, cuando pase la tormenta, no sepamos cómo volver a casa. 

¿Una trampa de Bergoglio?

Tomado de Adelante la Fe:

Miguel Ángel Yañez

En los últimos días ha surgido el rumor, que hasta donde podemos saber  tiene un alto grado de verosimilitud, de que la Fraternidad San Pío X habría adquirido ya en Roma, o estaría a punto de hacerlo, la sede de la futura prelatura personal que se ve en la fotografía, para lo cual habría mediado el propio vaticano a través de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.
Se confirme finalmente o no esta adquisición, lo que parece indudable es que hay una gran expectación ante lo que parece un cercano acuerdo que supondría una noticia de gran alcance en todo el mundo eclesial.
Personalmente, tengo una gran esperanza e ilusión porque así se produzca. Tuve el honor y el privilegio de poder conocer en persona a Mons. Lefebvre en el año 1989 en Econe, y me dejó una imborrable impresión. Creo que con la concesión de la prelatura personal se haría un acto de justicia hacia su persona y su obra, como recientemente señaló también Mons. Schneider, el cual dijo estar convencido de que la obra que fundó Monseñor Lefebvre ha formado parte del Plan de la Providencia para salvaguardar la Fe.
Por supuesto no es dogma de fe ni necesario el tener que estar totalmente de acuerdo con todo lo que él hizo o dijo, y como en toda obra también humana habrá habido sus aciertos y desaciertos (más de lo primero que de lo segundo en mi opinión), pero creo que la gran mayoría de los que nos movemos en ambientes “tradicionales” coincidimos en tener un profundo respeto por su figura y pues un ansia de que sea rehabilitada de forma oficial con este reconocimiento de justicia y derecho.
Se suceden continuamente cada vez con más fulgor análisis a favor y en contra de este posible acuerdo, contemplando múltiples puntos de vistas: canónicos, de prudencia, estratégicos, pero con frecuencia se olvida el que para mí es el más importante, el argumento de la salvación de las almas, el de los fieles.
No tiene sentido alguno reabrir ahora debates caducos, pero sí hemos de conceder que los fieles, los simples fieles de a pie que nunca antes han tenido contacto con el tradicionalismo, serían los grandes beneficiados de esta operación. Ellos no tienen que ser especialistas en derecho canónico ni tener conocimiento como para determinar lo que es el estado de necesidad, si las suspensiones a divinis son válidas o no y toda esa cuestión canónica que acompaña a la FSSPX, en cuyo debate no pretendo entrar aquí y que pienso es absurdo siquiera replantear en este momento histórico.
Creo que no merece la pena argumentar que la FSSPX tendría una INMEDIATA entrada de muchísimos fieles y sacerdotes que les da un cierto resquemor su situación canónica “irregular”, y ello conllevaría como efecto inmediato el que MUCHAS más personas tendrán la posibilidad de acceder a los sacramentos tradicionales  y la sana doctrina, pudiendo así salvar más almas que si se siguiera reducido al grupo de fieles habituales. Pienso en cuántos pobres sacerdotes diocesanos hay que viven martirizados por sus obispos y que podrían integrarse en la prelatura.
Si lo vemos desde un punto de vista puramente humano es indiscutible que podría parecer un suicidio, pero si lo vemos desde un plano sobrenatural habría que tener ese valor que tiene el guerrero que se lanza al campo de batalla sin saber sin morirá o no, pero confiando en su comandante que los guiará a la victoria. La Fraternidad San Pedro, a la que se le vaticinaba sería destruida al poco, lleva ya 25 años en liza, y sin obispos, lo cual es un detalle a tener en cuenta.
Se está argumentando mucho que hay miedo a que este acuerdo silencie a la FSSPX, como de hecho ocurre de facto con otros grupos regularizados. Yo, a decir verdad, no tengo miedo de eso porque la repercusión sería poca. Hace 25 años, cuando no había internet, la FSSPX representaba casi la única organización que tenía poder estructural y económico para difundir ideas mediante libros, audios, conferencias. Hoy todo esto se ha relativizado por completo gracias a internet, y pienso que hace ya años que el verdadero peso crítico no lo lleva ni la FSSPX  ni absolutamente nadie similar o de la órbita, sino las páginas webs de laicos muchas de ellas con ayuda de sacerdotes a título individual.
Es momento de unidad, momento de ilusión y sobre todo momento de orar al Espíritu Santo para que nos ilumine a todos en este combate.
Francisco ha traído una gran desolación, pero –y he aquí los caminos insondables del Señor- está consiguiendo unir a muchas personas que están abriendo los ojos y que, olvidando viejas rencillas, empiezan a ver a quienes consideraban enemigos hasta hace poco, como hermanos de batalla.
Recemos por ello.


Agregado wanderiano: Muchos integrantes de la Fraternidad tienen el temor de que el ofrecimiento de una prelatura personal se trata de una trampa: dejar a la FSSPX a merced del Vaticano. Y ponen como ejemplo lo sucedido con los Franciscano de la Inmaculada y la Orden de Malta: intervención pontificia, y se acabó lo que se daba.
Pero hay una diferencia fundamental: la FSSPX, llegado el caso, puede resistir y tiene una enorme capacidad de resistencia. Los pobres franciscanos grises fueron capaces sólo de obedecer; los caballeros de la Orden de Malta declararon la guerra pero, al primer grito de Bergoglio, salieron corriendo. La Fraternidad nació, en cambio, en el resistencia. Recordemos la saña con la que fue perseguida por Pablo VI a través de quien fuera su Secretario de Estado, el cardenal Villot y, detrás de él, todo el episcopado francés. Juan Pablo II llegó al extremo más cruel de humillación e injusticia cuando excomulgó a Mons. Lefebvre y a los obispos por él consagrados. Y, a pesar de todo eso y muchísimos episodios más, resistieron, y se fortalecieron. Llegado el caso de que a algún Papa se le ocurriera iniciar una persecución, la FSSPX tiene espaldas suficientes para resistirla.
¿Por qué, entonces, hace esto Francisco, si no es para tenderles una trampa? Por una razón muy sencilla: la sinrazón de su voluntad omnímoda. Como ya hemos dicho hasta el hartazgo en estas páginas, Bergoglio es puro intelecto práctico vaciado de intelecto especulativo: no entiende ni le importan las razones. La única razón es su voluntad. Lo hace porque quiere.

El diario de Ana Frank (1947)





 El diario de Ana Frank es una de esas lecturas que me debia desde que era chico, la verdad es que una de mis mamonerias me impedia comprarlo y pagar por él entonces me propuse a leerlo solo si encontraba una edicion que costara menos de 10 pesos y así fue como llego a mi.

Debo confesarles que sentia cierto recelo sobre esta obra, a mi parecer una niña de 13 años no escribe así, tenia muchas dudas mientras leia sus narraciones, aun así como descripcion de sus años y lo que acontencia en el Anexo donde estaba encerrada con 8 personas más, es disfrutable y me emocione varias veces mientras sentia intima a Ana sirviendole de Kitty al leer sus pensamientos, descubrir sus cambios de adolescente y al final si me dejo un nudo en la garganta y muchos auchs!! Por fin pude tachar de la lista este libro.

Les dejo mi fragmento favorito:

yo deambulo por las habitaciones, bajando y subiendo las escaleras, y me da la sensación de ser un pájaro enjaulado al que le han arrancado las alas violentamente y que en la más absoluta penumbra choca contra los barrotes de su estrecha jaula al querer volar. Oigo una voz dentro de mí que me grita: «¡Sal fuera, al aire, a reír!». Ya ni le contesto; me tumbo en uno de los divanes y duermo para acortar el tiempo, el silencio, y también el miedo atroz, ya que es imposible matarlos.


...quien lo quiera en PDF aquí se los dejo, no más picale al nombre:


 


Yobailopogo! 
-no sé si seguirme con otra lectura de la alemania nazi 
¿que dicen?-

Acá mis pronosticos de este año para los premios Oscar



Hoy en la noche es la entrega de los premios Oscar, como siempre apuesten en mi contra, en azul es a quien a mi me gustaria que le den el premio y en rojo a quien yo creo que se la van a dar, ahora si estan muy peleadas las opciones, ahi me cuentan de las suyas:









Yobailopogo!
 -http://oscar.go.com/nominees-

Que así sea

Traduzco el artículo aparecido hoy en Il Foglio:





LOS LEFEBRISTAS VUELVEN A CASA
Mateo Matuzzi

ROMA. La fractura entre la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (los lefebristas) y la Santa Sede está por ser recompuesta. El acuerdo para la institución de la prelatura personal -garantía de amplia autonomía en la gestión y en la pastoral- está próximo. Confirma que el lento y complejo proceso negociado se ha ya solucionado de un modo positivo la intención por parte de Ecône de comprar el complejo de Santa María Inmaculada en el Esquilino, a poca distancia del Laterano. La iglesia neogótica contruida entre fines del ochocientos y principios del novecientos por los Hermanos de la Caridad se encuentra adosada a un edificio destinado en los últimos años a una escuela primaria y secundaria. Es aquí donde, según sabe Il Foglio, surgirá un Centro de estudios y, en un segundo momento, con toda probabilidad se instalará la sede de la casa generalicia de los lefebristas. 
Quien ha acelerado todo este proceso ha sido directamente el Papa, a través de Mons. Guido Pozzo, secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei. Del 17 al 20 de enero pasado, se habría alojado en Santa Marta Mons. Fellay (el superior de la FSSPX), mons. Alfonso de Galarreta y el asistente general don Alain Nély. Estas negociaciones han sido presenciadas también la superiora de las religiosas de la Fraternidad. Don Nély es la persona encargada de completar la compra del complejo. 
Que Francisco tenga un rol de primer plano en las tratativas no debe sorprender. Recordaba el mismo Fellay que la relación entre Bergoglio y la Fraternidad tiene raíces profundas. “Nos conocemos desde Argentina. Estábamos en contacto con él porque allí un concordato permite a los sacerdotes extranjeros obtener un permiso de residencia con la condición de que el obispo esté de acuerdo.Cuando tuvimos problemas con algún obispo local, que no quería nuestra presencia, nos reunimos con el cardenal Bergoglio para exponerle el tema. Su respuesta -agregó el Superior General de la FSSPX hace un año- fue clara: ‘Obviamente tú eres católico y no eres cismático. Yo te ayudo’. Y lo hizo. Se contactó con Roma y escribió una carta al gobierno sobre nuestra situación”.
Luego, siendo ya Papa, con ocasión del Jubileo extraordinario de la misericordia, concedió a los fieles que “por diversos motivos” frecuentan las iglesias en las que celebran los sacerdotes de la Fraternidad, el recibir válida y lícitamente la absolución sacramental de sus pecados, facultad que se extendió más allá del periodo jubilar, “confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes a fin de que se pueda recuperar la plena comunión en la iglesia católica”. 
Los problemas, sin embargo, permanecen, sobre todo al interior de la variada realidad lefebrista. La situación en pocas palabras es la que se planteó en 2012 cuando, Mons. Fellay, sorpresivamente, decidió rechazar la mano extendida de Benedicto XVI, no aceptando las condiciones teológicas puestas por Ratzinger para una conclusión positiva del negociado. Fue decisiva la fractura existente entre el ala alemana y el ala francesa de la Fraternidad. Si hubiese sido por la primera, la FSSPX habría vuelto a la comunión con Roma hace cinco años. Los alemanes consideraban que las cuestiones que se discutían podían resolverse y que, por tanto, no debía cerrarse la negociación. Pero la frustraron los franceses, mucho menos dispuestos al trato.
Fellay parece dispuesto a superar el impasse, aún a costa de dolorosas pérdidas entre sus fieles y sus sacerdotes.