La cosa, efectivamente, salió como Bergoglio deseaba: ubicar, a partir de la publicación de los adulterinos Amores de Leticia, la comunión de los recasados en una nebulosa en la que cada cual hiciera lo que le pareciera, y que lo que le pareciera fuera siempre admitir a la Sagrada Eucaristía a los viven en adulterio. Así de sencillo.
Los neocones de siempre -Opus Dei y Fasta fundamentalmente- se me echaron encima: “Jamás el Papa, custodio de las enseñanzas del Evangelio, tendría semejante intención. Esa es la interpretación que hace el periodismo malvado”. Pues bien, alguno meses después, ha llegado la respuesta oficial.
Los obispos que integran la región pastoral Buenos Aires -integrada por la arquidiócesis porteña y diez diócesis del Gran Buenos Aires- han redactado hace pocos días un documento estrictamente confidencial titulado “Criterios para la aplicación del cap. VIII de Amoris laetitia”. Se tiene por cierto que el texto fue escrito por la cabeza pensante del episcopado argentino, es decir, Mons. Tucho Fernández, il coccolato (chupamedias) del Santo Padre.
Los prelados han insistido en que esta comunicación está dirigida exclusivamente al clero, por lo que han rogado a los curas no difundirla públicamente.
“Un acto de prudencia”, dirá seguramente un neocon. En realidad, muchos de los sacerdotes de la región consideran que el secreto que piden es el propio de un acto vergonzante. Es decir, les da vergüenza hacer lo que están haciendo. Es por ello necesario hacer exactamente lo contrario a a lo que pretenden, a fin de desenmascararlos.
En síntesis, el documento de dos carillas, luego de los remilgos y enjuagues retóricos consabidos, instruye a los sacerdotes a admitir al sacramento de la Eucaristía a cierta clase de adúlteros y a integrarlos a la comunidad eclesial. En buen romance, exige al clero el sacrilegio y el escándalo, eso sí, luego de una etapa de discernimiento y acogida.
“Esa es la interpretación de algunos obispos, pero no es lo que quiere el Papa”, dice el mismo neocon. Pues no. Resulta que estos obispos metropolitanos y granbonaerenses, enviaron a Bergoglio, cual manzana de alumno aplicado, el texto antes de ser distribuido entre los párrocos. Y de allí vino presta una nota del mismísimo Papa -de ese que no tiene tiempo para escribir a las carmelitas de Nogoyá-, fechada el lunes de esta semana, en la que les asegura que “ese es el sentido del capítulo VIII de Amoris Letitiae. No hay otra interpretación”.
“¿Y quién le ha dicho que eso es verdad?”, salta el neocon. Para que conste, podrán bajar aquí y aquí los documentos que prueban la traición de los obispos al Evangelio y a la enseñanza milenaria de la Iglesia sobre el matrimonio y el adulterio. Un dato reciente permite cierta esperanza. Hoy, jueves 8 de septiembre, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, tuvo lugar en horas de la mañana una reunión del clero de la Arquidiócesis de Buenos Aires, en la que se trató el tema. De ella rescatamos que:
a. Algunos curas vertieron críticas claras al documento pontificio y al vademecum episcopal, las que que no fueron rechazadas por la autoridad eclesiástica; por el contrario, varios sacerdotes manifestaron durante el recreo su adhesión a ellas.
b. Expuso sobre el tema Mons. Víctor Pinto -canonista- y el cardenal Mario Poli. Uno y otro se expresaron en términos bastante ortodoxos y ortoprácticos, aclarando que la eucaristía sólo podrían recibirla aquellos divorciados rejuntados, que convivieran como hermanos guardando la castidad.
c. En cambio, el obispo auxiliar, Mons. Alejandro Giorgi (foto), dijo una sarta de estupideces, lo cual resulta en él ya una costumbre.
d. Los Criterios elaborados en la región eclesiástica de Buenos Aires habrían de sufrir, por iniciativa del cardenal arzobispo, un cambio de redacción -de alcance impreciso aún- antes de ser enviados oficialmente. En principio, se trataría de limar las partes más ríspidas de lo elaborado por Tucho. Habrá que ver si el il Coccolato lo permite.