Muy poca laetitia

De nuestro corresponsal en el Vaticano.
Mientras tímidamente se insinúa la primavera romana, la Exhortación Postsinodal no le ha traído muchas leticias al papa Francisco. Llueven las críticas, y el estado deliberativo instalado en las etapas sinodales no ha desaparecido.
Desde la Argentina le quisieron dar una alegría y un sostén, pero resultó al revés.
Los obispos argentinos reunidos en Asamblea Plenaria le enviaron una carta felicitándolo y agradeciéndole por tan magnífico documento, que los orienta sabiamente en la vida cristiana. 
Pero, el tono tan obsequioso del texto ya generaba suspicacias en el entorno de Francisco.
El mismo Papa habría mostrado poco entusiasmo cuando recibió la carta. Dicen que tuvo un gesto de relativización de la misma.
Pero el entuerto se consumó cuando una comunicación directa, tal vez vía telefónica, le contó la verdad no escrita.
En la Asamblea Episcopal estaba previsto que hubiera una presentación, y luego análisis colectivo del documento. El encargado era el arzobispo Víctor Manuel Fernandez. ¡Nadie más indicado! Pero su exposición se limitó a las partes que no suscitan problemas. Las que tratan de las mariposas y los pajaritos. Las de una mirada casi adolescente del negocio humano del matrimonio.
No sólo il coccolato evitó entrar in medias res, sino que se suprimió el tratamiento de tales partes en la Asamblea. Como a San Pablo en el Areópago, sobre los asuntos espinosos se dijo “oiremos o hablaremos otro día”.
El análisis y el debate episcopal quedó postergado sine die. Quedó librado a que cada obispo lo vea, lo rece, lo hable en su provincia eclesiástica, o lo consulte con sus laicos del Movimiento Familiar Cristiano. Algún socarrón dijo que lo mejor era llevar la Exhortación Amoris Laetitia a que la expliquen los de la Renovación Carismática, como hablan en lenguas no se entenderá nada y todos saldrán reconfortados. 
En definitiva, lo que ocurrió es que soplaba un viento borrascoso en la Asamblea Episcopal. No hay acuerdo en la interpretación ni en qué decir a los sacerdotes y a los fieles. El ánimo real de los obispos argentinos hacia el hermano obispo de Roma está contrariado. Los tonos del fastidio varían y se expresan en las conversaciones. Pero no en la carta.
Sin embargo, siempre alguno cuenta .........

Dall'ombra der Cuppolone


Nota bene: Añado al reporte de nuestro corresponsal romano un dato, y tiene que ver con las preguntas, muy pocas y tímidas, que le hicieron a il coccolato -es decir, Mons. Tucho Fernández- luego de su presentación. Uno de los obispos preguntó si era posible, entonces, que los recasados comulgaran. Tucho respondió: “Es esa la línea que deben bajar. Esa es la posición de Roma”. Ante esto, un señor arzobispo exclamó gozoso: “En la Iglesia ya no hay principios”. Lo curioso fue que ninguno de sus hermanos en el episcopado -y eran más de cien en el recinto- fueron capaces de discutir o rechazar tal afirmación.

A vueltas con Mauricio

Tarde o temprano habrá que hacer el balance. Seguramente con más tiempo. Pero todo argentino no enrolado en las huestes de los Orcos tiene que enfrentarse con la figura de Macri y del actual gobierno y tomar algún partido, aunque sea el de no tomarlo.
Conocemos la sempiterna estrategia de la izquierda, resumida en la máxima “no hacerle el juego a la derecha”. Bajo este amparo, se toleraban o silenciaban los peores crímenes. Las mismas víctimas asumían la consigna; la mayoría de los condenados a muerte en los juicios de Moscú no sólo confesaban sus crímenes sino que también expresaban sus temores de “no hacerle el juego a los enemigos del Estado soviético”, por lo que luego de la condena seguían protestando su adhesión al gran camarada Stalin. Sin dudas drogas y torturas tenían su parte en tales confesiones, pero también anidaba en los condenados –todos bolcheviques, todos extremistas, todos estupefactos ante la locura y la tiranía de Stalin- la exhortación de Nietzche, “no mates tu más alta esperanza”.  Idéntica actitud siguió la izquierda comunista cuando el pacto con Hitler, cuando la cortina de Hierro y sus esporádicas rebeliones, cuando las sevicias de Castro y del Che Guevara. No había que hacerle el juego a la derecha, había que ignorar atrocidades que, cometidas por la derecha, eran instantáneamente expuestas.
El kirchnerismo, huelga decirlo, heredó tal tradición, dentro de un marco un tanto más prosaico. No había que hacerle el juego a la derecha silenciando ejecuciones– alguna eventualmente habría- y tiranías, sino simplemente bóvedas llenas de billetes, doce años de latrocinios y la mentira sistemática empleada como instrumento de gobierno. El mantra era muy eficaz para acallar los escrúpulos de los intelectuales, sacerdotes modernos del progresismo. Sabemos que el “intelectual” no es hombre de fe, que no podía sencillamente creer en la honradez de Néstor, en la honestidad intelectual de Cristina o en la inocencia de Milani. Pero callaba, “para no hacerle el juego a la derecha”. Seguramente los juristas garantistas conocían, como valientemente lo expresó Carmen Argibay, que muchos de los procesos a los militares eran nulos, pero disimulaban por idéntico motivo. Los periodistas con más de cincuenta años saben perfectamente que los terroristas eran asesinos, pero no abundan en el tema, no sea cosa que se le haga el juego a la dictadura. Si hasta el candidato a juez de la Corte, el hamletiano Rosenkrantz manifestó sus reparos para penalizar la pornografía infantil, para no hacerle el juego a la censura.
Está claro que mientras Macri no tenga una oposición consistente, es decir, un peronismo purgado de kirchnerismo, la crítica destructiva a su gobierno es hacerle el juego a la izquierda. Ahora bien, ¿es simétrico el razonamiento para quienes nos consideramos, en un sentido que me cansa explicar ahora, de derecha? El cruel lector que me acusa de macrista hace varios posts estará esperando que responda en forma afirmativa. Naturalmente no lo haré, aunque más no sea para no darle el gusto. Quienes somos de la derecha tradicional no tenemos moral de facciones, ni traficamos con la verdad. Los ladrones son ladrones, tengan bóvedas o  Ph Ds. Los errores y las mentiras no tienen ideología: son errores o son mentiras. Y tampoco callaríamos la injusticia para mantener el orden, ni aceptaríamos la tiranía de derechas para salvar el pescuezo. Nuestra moral es moral, es decir, el fin no justifica jamás los medios ilícitos.
And yet, and yet… Algo tienen que aprender, conforme la frase evangélica, los hijos de la luz de los de las tinieblas. Un alarde de perfeccionismo a menos de un semestre de habernos salvado de quedar rehenes de un hato de ladrones extremistas no parece lo más inteligente. El proceso macrista tiene sus luces y sus sombras, sus innegables fallas y estrepitosas chambonadas, pero ignorar el efecto de arrastre de esos establos de Augías que dejó la Cleptócrata es ser un idiota útil y hacerle, sí, el juego al kirchnerismo. Es irrazonable no apreciar algunos innegables avances en materia de libertades, de recuperación del Estado de Derecho, hasta de humanitarismo (los militares convictos han vuelto a ser atendidos en su Hospital; se ha llegado, después del trato de campo de concentración, al nivel del trato dispensado en  Nüremberg, at last). En materia económica, casi no había opciones, porque los Kirchner no sólo quemaron los libros de texto, incineraron los apuntes. No se trata de ortodoxia económica, sino de descubrir la ley de gravedad. Hace muchos años, cuando un siempre ignorante Neustadt le hizo un reportaje a Oliveira de Salazar, éste le enseñó el secreto de su éxito económico: tener superávits gemelos. No era Kirchner, era un dictador de derechas, era 1968. También le regaló un “tip” que el moravo, huero de planteos existenciales, malinterpretó: el problema de los argentinos es que no querían ser mejores, sino estar mejor.
Como he dicho, mientras no haya una alternativa consistente, demoler al actual gobierno y reclamar el helicóptero para Mauricio es, sí, hacerle el juego de la forma más idiota al kirchnerismo. Crítica debe haber, y la necesita como el agua este gobierno inexperto. Los argentinos tenemos que recuperar la capacidad de pensar, esa espantosa autocensura de la corrección política que es la herencia más nefasta del Kirchneriato, ese cepo patotero a la inteligencia, y los gobernantes tendrán que aguantársela.  Libertad para todo y para todos, menos para los malhechores, como decía un presidente de nuestra América, ciertamente no muy democrático.
En este sentido y sólo con todos estos caveats, me niego a hacerle el juego a la izquierda. Ya una vez saltamos de la parrilla de Menem para caer en la sartén de los Kirchner: de la corrupción en escala artesanal y que ahora recordamos con cierta nostalgia conmovedora porque nos dejaba un ámbito de libertad, al megalatrocinio estatal en escala industrial acompañado de consignas castristas. Me niego a ser conducido por los mass media en manos de periodistas resentidos no sólo con sus empresas sino también con la sociedad, que sacan el manual de moral del bolsillo cuando el gobierno no está en manos de resentidos de su misma especie.
En cuanto a Macri, sigo valorando su nonchalance. Quizás si siguiera el ejemplo del  Enrique V de Shakespeare cuando se despojó de su nombre Hal, dejara atrás a Falstaff y mandara colgar un par de ex compañeros, despejaría las incógnitas.  Fundamentalmente, y como decía Borges cuando le preguntaron por qué se había afiliado al partido conservador, “es el único que no fomenta los fanatismos”. Nadie daría la vida por Macri, nadie mataría por Macri. Para mí, a mis años, si además gobierna y me deja tranquilo, es bastante.

Ludovicus

Cinocéfalos, ángeles y otras criaturas

Bienquerido Wanderer, 
gracias por contar un tema tan interesante y valioso, pues sus múltiples resonancias rozan las fibras más íntimas de nuestra Fe. Déjeme adivinar lo que subyace –o evoca, por caso–  su escrito, a ver si emergen algunas ideas sugestivas para el debate y la reflexión. Y después me da su veredicto, claro.
Ahí va el intento:
1) Hay un racionalismo lapidario, una lógica descarnada que de tan prosaica se vuelve estéril. Los de este bando, piensan haber llegado al fondo de la realidad por el rigor conceptual o la exactitud científica ¡Error! Han precisado en sus mentes una porción de realidad que han desencantado, arrebatándole su halo de misterio. Piensan haber descubierto todo y no se han dado cuenta que sólo han visto –al buen decir de Chesterton– las espaldas del mundo. O como dice un amigo, no conocen el reverso de la trama, donde habita esa luz nativa que irradia el orbe y cautiva, en contraparte, los ojos de espíritus atentos.
2) Si hay una exactitud científica –universal y necesaria–, hay también una exactitud poética. ¿Cuál es? Mandrioni dice algo así (cito de memoria): “La palabra justa o exacta del poeta es la que logra introducir la mayor carga significativa y evocativa en el corazón de la palabra”. En virtud de lo cual,  también es capaz de mostrarnos ese universo espiritual inasible que desborda cualquier intento de conceptualización. Justeza de la dicción al servicio de la evocación, así es la gramática poética.
El poeta ve diamantes antes que astros porque tiene memoria, me dijo un monje una vez. Y tenía razón. Usted dice que hay hadas en los bosques y el rey David que la noche a la noche le susurra el mensaje de una gloria divina… El que no alcanza a vislumbrar estos secretos de la creación, no hay ciencia ni filosofía que lo salve.
3) Imaginación y sensibilidad disponen el corazón; hacen de suelo firme y fértil no sólo para la germinación de la ciencia –según el citado Perse–, sino del pensamiento y, en última instancia, de la Fe. ¿Y de qué se nutre la imaginación sino es del mito, los cuentos de hadas y esa poësis perennis de la que habló Claudel? ¿Cómo adentrarnos en ese mundo maravilloso de Dios, si no hemos vivenciado la fantasía? No la fantasía egoísta, de realismo superficial, que sueña con mujeres lindas y manjares suculentos. No. Se trata de la fantasía desinteresada que enseñaba Lewis, “con pan mágico y rocío de miel”.
4) Y entonces Bruckberger da en la tecla cuando propone la poesía como auxiliadora de la Fe. Aquí es donde creo –y ya es mi última intuición aventurada– que recordó las palabras de su estimado John Senior: “Cualquiera sea nuestra especialidad, nuestra vocación, nuestro trabajo, todos somos amantes; y mientras que sólo los expertos en cada campo deben conocer matemáticas, ciencias u otras artes, todos debemos ser poetas en el camino de la salvación.” Porque hasta tanto no se haya restaurado el amor por medio de una poesía vital, que lo griegos denominaron psicagogia, la razón no echará raíces; y nuestra Fe se volverá pacata y aburrida mientras no repare en la voz del poeta, símbolo poderoso que le señalará esa eternidad sabrosa a la que pertenecemos…
En fin. Verá que hay mucha tela para cortar, pero soy sólo un aficionado asomado a las entrelíneas de su post. Mejor que prosiga la tejedora en boca de los que saben. 
Yo me marcho y le queda a usted mi afecto,

El Poeta

A midsummer’s nigthmare


Anoche soñé lo siguiente: que llegaba diciembre, con Bergoglio con 80 años cumplidos.  Que éste, advirtiendo que su ciclo estaba agotado, que había disparado todas las bengalas de pólvora trucha que le quedaban, que se repetía como Bill Murray en El Día de la Marmota, anunciaba en un latín macarrónico que renunciaba al trono de Pedro pero no a la lucha, convirtiéndose en el Segundo Papa Emérito Viviente. Pero que declinaba el honor de vivir junto al Abuelo: él era un Pastor, no un intelectual de gabinete.
Que preparaba minuciosamente su sucesión, quizás ungiendo a un prelado de lengua germánica y noble apellido.
Que volvía a su país y a su barrio, para continuar caminando juntos en la Argentina, como su obispo emérito y popular. Que venían días difíciles para la Patria Grande, y que su lugar estaba junto al pueblo, agredido por el imperialismo y el poder de las finanzas. Que no quería más honores que los de un cura de barrio que pudiera predicar todos los domingos sus sermones y recorrer los barrios con sus zapatos gastados. Y que convocaba a un gran Frente Ciudadano para que todos los argentinos pudiéramos comer en la misma mesa y dormir en la misma cama.

Me desperté temblando, mientras una ola de alivio me inundaba. Era una pesadilla. Macri piensa lo mismo.

Ludovicus